Autor: @clydecontreras

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Mi Hermana Paola

Lo que a Paola le gusta de Clyde: -Los domingos a la mañana, cuando Clyde se despierta a las 7 para pasarse a su cama a dormir hasta las 10. -Que cuando come, baila. -Que no es chusma, no lleva ni trae chismes y no habla mal de nadie. -Como le brillan los ojos de admiración, de entender que Clyde tiene qué enseñar.   Lo que a Clyde le gusta de Paola: -Cómo toda la vida se comió el último bocado de su comida, el Más rico, obvio. (Moraleja: no hay que dejar las cosas para después.) -Como vive la vida con decisión. -Como todo parece chuparle un reverendo huevo. -Cuando le frota la cara contra la suya, saludándola como se saludan los perritos. -Cuando le brillan los ojos de admiración, de entender que Paola tiene qué enseñar.   No voy a llenarlos de suspenso para después romperles el corazón, ¿Que manera de empezar una relación sería esa? Mi hermana Paola ya no está más. Falleció el 22 de Noviembre del 2014 a los 37 años tras una larga lucha contra el cáncer. Una lucha que claro, fue un poco mía también. Un poco de todos. Que incertidumbre la muerte, ¿no? Todavía me acuerdo muchos de los detalles del día en que murió mi papá. Uno de ellos es a mi hermana Paola diciendo: «Me siento muy muy triste, pero ya no tengo tanto miedo de morirme» Por mi cabeza pasaron cosas como «¿Qué puedo hacer yo para que la muerte, su muerte, no sea TAN chota?» Porque si alguien paso por lo mismo que yo, y le tocó acompañar a un ser amado durante una enfermedad terminal, sabe que lo más recurrente es la impotencia… saber que no podes hacer nada frente a esa injusticia que les tocó. Las dos palabras claves son esas: impotencia e injusticia. Por suerte la acompañé mucho, hasta tuve los famosos dolores de simpatía, me dolía la pierna en el mismo lugar que a ella. Tal vez era culpa ¿Por qué le tocó a ella? Los dos últimos años anteriores a su muerte fueron terribles, y aunque teniendo fe en que algún milagro iba a llegar tarde o temprano, nos apuramos a vivir un poco. Nos fuimos a pasar Navidad a Italia, año nuevo en París y después dos semanas a Tailandia. De reventón! Ella, mi mamá y yo. Un viaje que mi mamá sigue agradeciendo haberse tomado el tiempo de hacer… uno nunca sabe cuando pueden pasar las cosas, cuando puede pasar la muerte, hablando con más precisión. Disfrutamos un montón. Ella era así, esperaba estar mejor para poder rajarse para algún lado, sola a Rio, con amigas a Miami, colada con dos tipos que se iban a jugar al golf a Escocia. No le importaba nada. Mi mamá y yo teníamos que trabajar, así que nos volvimos de Tailandia a los 15 días. Paola de Tailandia se fue a Malasia, Singapur e Indonesia para después volver a Italia a visitar a una amiga. En Italia quedó internada y como querían operarla de «apendicitis», sabiendo bien de que se trataba, se negó, se escapó del hospital y volvió en un avión tirada en el pasillo, donde fue atendida al grito de «hay un médico a bordo?» y pudo hacerse de unos calmantes para aguantar el viaje. La definía bastante bien el buen sentido de la palabra «atrevida». Derecho a la clínica, por una décima operación de cáncer de colon. Nos dieron la noticia de que no pudieron hacer nada, estaba toda tomada. Empezaba la cuenta regresiva… nos habían sacado de la lista de espera de los milagros.   Ay, Mi hermana Paola! Ella era 12 años mayor que yo. Hablábamos de todo, de lo lindo y de lo feo, de lo fácil y lo difícil, de la vida y de la muerte. Impotencia. ¿Que podía hacer yo? Un día le pregunte cómo quería que sea… No quería velorio, quería que sea una ceremonia tranquila, en un lugar lindo. Le conté cómo me lo Imaginaba yo, le dije que íbamos a inflar globos de su color preferido (azul) con helio y los íbamos a soltar, le dije que íbamos a cremar sus restos y que con ellos íbamos a escribir una historia de amor entre todos los que la queremos tanto, y que íbamos a asegurarnos de que siga viajando. Mi mamá y mi tía Lucy llevaron parte de sus restos a Cafayate, donde están los restos de mi papá. Eso le dio mucha paz a mi mamá, que tanto la necesitaba. El primer lugar donde yo me despedí, fue en Tulum, no puedo explicarles la mezcla de dolor con alegría que eso me hizo sentir. Después viaje con mis dos amigas de oro, que nos acompañaron siempre incondicionalmente a Perú, y la dejamos descansando en la mismísima paz del templo de Machu Picchu y las salineras de maras. La dejé ir en pont des arts, ese puente en París que está lleno de candaditos que ponen los enamorados en un intento de sellar el amor para siempre. La deje ir un poco más bajo la torre Eiffel, y también en Venecia, donde alguna vez habíamos estado juntas. Mi novio, Marcelo, manejo 1600 km en dos dias, para que podamos encontrarnos con la mejor amiga de mi hermana en Italia, y poder despedirnos cerca de su casa, para que siempre la sienta cerca. En roma fuimos a la misa dominical y el papa Francisco bendijo la cajita donde llevo siempre las cenizas de mi hermana. Decidí traerlas a casa y para el aniversario de su muerte nos juntamos todos a comer algo, cavamos un pozo, tiramos las cenizas que bendijo el papa adentro y plantamos un árbol. Una gran amiga de Marcelo, me invitó a Indonesia (todo pago) y me ayudó a escribir un poco más de esa historia de amor. Hoy sus restos también descansan en Borobudur, un lugar del que se enamoró y al que quería volver.   ¿Si falta algo? Ciertamente Me falta llevarla cerquita

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