Mi Primer Viaje a Europa
Mi primer viaje a Europa fue de casualidad. Jamás pensábamos ese enero que nos íbamos a ir a Europa toda la familia. Nosotros a Europa! Jamás habíamos hecho un viaje tan largo… Mi papá había hecho un negocio que cuando lo cobró pensó…(pensó) que se iba a comprar un edifico para instalar su pequeña fábrica. Ya lo tenía entre ceja y ceja, porque hasta el momento alquilaba. Pero resulta que cuando fue a comprar el local, el dinero no le alcanzó porque por la alta inflación que había en ese momento su precio había aumentado casi un 50% de un día para el otro. Fue una desilusión, casi una tragedia. Pero a raíz de esa desilusión, mi viejo nos sentó en la cocina y nos dijo que no le había alcanzado para comprarla y que con ese dinero nos íbamos a ir a Europa los cuatro a todo trapo porque también era el sueño de su vida. Me dijo: vos el lunes te vas al “centro”, te recorrés las agencias de viaje y traés folletos para elegir a dónde nos vamos a ir. Y volví llena de folletos, muerta del calor de enero en Buenos Aires y con unas terribles ampollas en los pies. Subte, colectivo y a casa. Mi mamá lloraba, qué cómo nos íbamos a ir, que la plata de la fábrica, que no teníamos valijas, ropa… le salía sangre de la nariz de los nervios, le subía la presión. Mi viejo inmutable. Seguía adelante mirando lo que quería hacer y marcaba en un mapa lleno de rutas de toda Europa las ciudades a las cuales quería ir. Y nos fuimos en menos de 20 días con 4 valijas de cuero negras nuevas y ropa de invierno, porque nos íbamos al invierno. Salimos un primero de febrero y llegamos a un Frankfurt absolutamente nevado, divino… con los árboles que eran solo ramas, cargados de nieve. Viajamos por Lufthansa en un 747, creo. Cuando llegábamos al asiento teníamos un paquetito con nueces saladas y tenía toallas calientes y cubiertos de metal en economy… Hoteles de 4 y 5 Estrellas en las capitales. Un tour guiado en micro por muchos lugares de Europa. Desayuno, cena y excursiones. 51 días. Frankfurt primero, de ahí en vuelo a Londres. En Heathrow vi el Concorde que era larguísmo, como un pájaro. Mis viejos conocieron el Payboy Club y jugaron sentados al lado de jeques árabes y mujeres hindúes con piedrita en la frente y todo con una tarjeta que le había dado el guía de cual se había hecho amigo porque le preguntaba qué ver fuera del tour. Con mi hermano, mientras ellos salían, veíamos en la tele a Nina Hagen cantando con el pelo completamente azul… AZUL! en nuestra habitación del hotel que estaba en frente a Marble Arch. Conocí los punks en el preciso momento que existieron. Y a los “mods” en Piccadilly Circus que tenían el pelo rubio cortado como una tacita, no me acuerdo si ellos o ellas tenían un flequillito más rubio que tomaban la fuente como propia. Fue muy copado. Me compré Gost in the Machine de The Police, y Survival de Marley & the Wailers en casette que fuimos escuchando durante todo el recorrido en el micro que era de doble piso. Double Fantasy y el primero de Phil Collins me los compré en LP porque recién habían salido y ocupaban toda la enorme vidriera de HMV sobre Oxford Street por donde hoy anda el Primark (más o menos). Londres fue un flash. Tuve el primer Walkman que salió, el Museo Británico fue como un viaje al más allá y mi viejo contento porque había podido comprarse una réplica de la Piedra de Roseta, la Piedra de Roseta… con la cual venía machacando -diría Manolito de Mafalda- con sus 3 tipos de escritura… la máscara de Tutankamón, la momia de Cleopatra, los frisos del Partenón… todo era un libro de historia y aún hoy me resultan imponentes esas estatuas babilónicas sentadas con sus cabellos ondulados a cada lado de una enorme puerta donde me sigo preguntando cómo metieron todo ahí adentro… Me partió la cabeza Londres, si. Su libertad, los contrastes, la música -la capital de la música- del rock, Los Beatles, Los Stones, Zepp, Jethro Tull, Yes… la capital del punk, su ambiente, su gente… Ahora entienden por qué #TeamLondon? De ahí en vuelo a París. Llegamos al Charles de Gaulle y yo me sentía en la tapa del disco de Alan Parsons. Qué ciudad París! En París paramos en un Hotel en la Ópera donde teníamos cena -como en todos los lugares- pero nosotros cenábamos en el Café de la Paix. Mi viejo se emperraba en probar cada una de las cosas típicas de cada lugar. Un queso, un licor, un Armagnac… y justo en la mesa en la que estábamos sentados tenía una chapita que decía que ahí había comido Rudolf Nureyev entonces mi viejo nos dijo que él los gustos se los iba a dar en ese momento y se pidió frutos de Mar y ostras con champagne. Todos los del tour nos miraban, miraban la enorme bandeja plateada con los mariscos depositada en nuestra mesa que acompañábamos con champagne los cuatro. Y nos miraban porque ellos tomaban agua para comprarse perfumes y nosotros comíamos ostras excediendo el menú acotado que teníamos para darnos solo un gusto. No nos entendían, pero ahí estaba la fábrica, esa que mi viejo no había podido comprarse. Y comimos crêpes en la calle, fuimos a un bistró (el cual voy a comentar en otro post) y nos concretamos todos y cada uno de los caprichos imaginables. Compramos cuadros, reproducciones, libros, más reproducciones, diapositivas de arte… y comíamos cada cosa típica sin privarnos absolutamente de nada. Seguimos por Bordeaux, Lourdes, entramos a España por el País Vasco: San Sebastián Vitoria, y llegamos a Madrid. Fuimos al Sur: Granada, Córdoba y Sevilla, la costa del sol con Benidorm y Barcelona… Gaudí, La Sagrada Familia y las Ramblas.