¿Quién no soñó alguna vez con trabajar “de viajero”? Soy una de esas soñadoras, pero mi día a día es la típica rutina de oficina y solo tengo, por ahora, unos 28 días al año para poder hacer realidad ese sueño.
Y a mis neuronas además de dejarlas soñar, las mantengo activas y siempre estoy tratando de hacer algo que me gratifique. Sin obligación, solo por placer. Había terminado ya dos años de curso de Historia General del Arte en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires (100% recomendable) y estaba estudiando italiano, un idioma que quería aprender desde la infancia, cuando mi abuelo me cantaba canciones en su dialecto friulano.
Y como una cosa lleva a la otra, estaban alimentándose con todo esto, unas ganas terribles de viajar y de conocer Italia.
Pero el contexto ya no era el de la soltera que disponía de su vida así como así, y tengo cuatro hermosos hijos y un marido que me aguanta y el presupuesto de un viaje a Europa por 6 es, convengamos, más que importante.
Y fueron expresiones de deseos y planes en el aire a futuro lejano, las que surgían en charlas de cenas, almuerzos, mateadas y cafés, con amigos, con marido. Y sucedió…
Un regalo de cumpleaños, una amiga con vacaciones disponibles y contagiosas ganas de aventura. Y eso que empezó como ideas locas, fue tomando forma y la frase: – “Saquen el pasaje y vayan, yo me quedo con los chicos” sonó como esas trompetas de entrada triunfal en las películas.
Una oferta aérea decidió que el viaje empezaría y terminaría en Amsterdam. Y también cuanto duraría.
A partir de ahí, fue amalgamar expectativas de ambas de acuerdo a intereses y gustos personales y ver que podíamos incluir en esos días y aprovechar al máximo Europa con un presupuesto tranquilo, (tendiendo a gasolero).
Casi como la película “If It’s Tuesday, This Must Be Belgium”. Lo nuestro terminó siendo 13 ciudades, 8 países en 21 días. Para cualquier viajero con dos dedos de frente, parecería una locura. Para nosotras, era una oportunidad que no sabíamos si iba a volver a repetirse.
Los preparativos fueron tan divertidos como el viaje en sí mismo. Trasnochadas buscando ideas y armando el itinerario. Reuniones con mate de por medio, o chat de madrugada. Mesas llenas de mapas, guías, papeles.
Que vamos a hotel, que vamos a un hostel, que lo hacemos en tren, que lo hacemos en avión. Que ya que estamos por ahí tenemos que ir por allá…
Finalmente llegó el día después de 3 meses. Una madre con algo de culpa (bastante) y dejando a cuatro hijos y marido, estaba camino a Ezeiza con tres semanas por delante para aprovechar al máximo.
Todo estaba previsto para contenerme: fotos, extensión del servicio celular pago para estar conectada 7×24, cartitas, dibujitos, etc., etc….
Con algunos traspiés gracias al empleado de turno de la aerolínea en cuestión, se iban por la cinta nuestros petates despachados con destino AMS.
Mi amiga soportándome las 12 horas de vuelo a Madrid. A mí, a mi culpa, y a mi miedo a volar. Una heroína. Ella, mi amiga, obvio.
Voy a tratar de contarles algo breve de cada lugar, lo que que me impactó del que fue el viaje más intenso y caminado que he tenido. No me quedan dudas que cada destino debería tener su propia historia, y que esto no es más que un ínfimo resumen.
La escala en Madrid tuvo un pequeño susto al ir al embarque de la conexión, y ver que por la confusión generada en Ezeiza, habían anulado mi ticket y si bien lograba que me suban al avión, no sabíamos si mi valija iba a encontrarse conmigo en Amsterdam.
Poco a poco la excitación de conocer nuevas cosas fue haciendo mermar esa sensación fuerte de extrañar la familia que ya estaba del otro lado del gran charco. Madrid me era conocido, porque ya había estado en 3 oportunidades, pero todo lo que me esperaba por los próximos días iba a ser nuevo para mi.
Y ahí aterrizamos en Amsterdam. Y también nuestro equipaje para mi tranquilidad. Una con mochila y la otra con valija: dos estilos para un mismo viaje.
Llamada de rigor a Bs. As. para dar el presente y que estábamos bien y preguntar si lloró la más chica, si todos fueron al cole, si me extrañaban porque yo sí, etc., etc.…
Esa primera parada era de unas cuantas horas. Y las aprovechamos a full. Dejamos las valijas en lockers en la Estación Central y salimos a caminar para tener un primer encuentro con la ciudad de los canales. Ya volveríamos con más tiempo al final de recorrido. A las 19 salía el tren que nos llevaría en viaje nocturno a Praga.
Un muchacho coreano, que solo hablaba inglés fue nuestro único acompañante en el camarote hasta Berlín. Allí llegamos de noche cerrada y de ese stop y de Berlín, solo me quedó la imagen de un brillante cartel de Mercedes Benz en lo alto del cielo nocturno a través de la ventanilla y un guarda que solo hablaba alemán y mi amiga haciendo de interprete para mí y para el coreano.
El amanecer nos despertó cuando el tren estaba bordeando el rio Moldava, y en poco tiempo llegamos a Praga.
Que les puedo contar… Praga es señorial, es realmente mágica. Con su increíble reloj, el puente, la visita al palacio, la Catedral de San Vito, las sinagogas, el cementerio judío (que le dio el título al libro de Umberto Eco), la calle de Oro, las iglesias, los tejados y las vistas nocturnas.
El siguiente destino, en un tren hacia Austria, era Linz. Una suave nevada nos despidió en la frontera de Rep. Checa. Habíamos incluido como destino de paso, visitar el ex campo de concentración de Mauthausen. Nuevamente las valijas al locker y un bus desde Linz nos dejó a un par de kilómetros que teníamos que hacer caminando. La llovizna, el viento y la soledad de ser las únicas visitantes ese día, aumentó la intensidad del lugar y el silencio se adueñó de nosotras en lo que restaba de la visita. Conmovedor.
Desde Linz tuvimos la aventura de tomar 5 trenes para llegar a Viena. Era uno de los pocos trayectos internos que no habíamos planeado y contratado desde Bs. As. Y el resultado final fueron corridas de anden a anden en 5 estaciones diferentes con nombres muy alemanes, para llegar a Viena a una hora en que no había negocios abiertos en la estación y solo un policía nos pudo ayudar para indicarnos como llegar al hotel.
A Viena la recorrimos increíble, bella, con el aura de Sissi en sus palacios. Impecable, limpia. Me preguntaba que hacían con la basura en las calles porque hasta los cestos de basura parecían sin uso.
Lo único que no pudimos disfrutar, por la estación del año, fue de las fuentes y plantas en los jardines, que estaban cubiertas protegiéndolas del frio y las heladas.
En una de las tardes, y en no más de 50’ de tren desde Viena, cruzando el Danubio, estábamos en Bratislava. Una ciudad que busca ser un nuevo punto turístico. En época de calor, también se puede llegar navegando. La noche nos encontró buscando una iglesia azul siguiendo el paso de dos monjas que solo hablaban francés, por callecitas que no conocíamos, en un barrio alejado del casco histórico. Fue la única vez que sentí algo de temor. Pero valió la pena y después nos sacamos la angustia con un rico plato típico, parecido a al Spätzle, pero de nombre impronunciable, antes de regresar a Viena.
El tren fue otra vez fue el medio. El destino: Salzburgo, donde además de recorrer la ciudad nos esperaba la conexión a Venecia.
Con los 5 grados bajo cero de marzo, visitamos el Castillo, con su funicular y nos hizo la ilusión de encontrar a Julie Andrews, como La Novicia Rebelde, bailando en el Palacio Miraflores. La casa de Mozart, las edificaciones casi salidas de la montaña y también nos dimos el gusto de degustar una porción de torta Sacher con café, en el hotel homónimo.
A la mañana siguiente llegábamos a Venecia. Y mi primer encuentro con el sonido del italiano, con la pasión de “la tanada” que es común en la sangre en mi familia. Y después de perdernos y volver a perder y casi claudicar la búsqueda, entre callecitas, escaleras, y canales llegamos al hotel. De ahí a recorrer. La emoción al participar de la misa en San Marcos, las palomas, los gondolieri, un paseo a Burano y ver a los artesanos del vidrio. Un ristretto de a pie, y la postal de una ciudad que envejece, porque la juventud ya no se queda a vivir ahí, pero que se torna seductora y misteriosa en la noche.
De allí nuevamente el tren nos llevó esta vez a Florencia, a respirar arte. Solo voy a decir que es maravillosa y es mi “otro lugar” en este mundo. Y merece un relato aparte. Los 3 días que le destinamos siempre voy a sentir que fueron pocos. Me urge volver.
De la Toscana hicimos una visita a Pisa y su cadente torre. Pero nos quedaron pendientes Siena y San Giminiano.
Y como todos los caminos conducen a Roma… otra vez el tren fue el medio para llegar a la ciudad eterna, con iglesias y ruinas por doquier (hasta teníamos nuestra propia ruina en el frente del edificio del hotel). Todo tiene siglos de historia encima. El Coliseo, los foros. Animarse a meter la mano en la boca de la verdad, entrar en cuanta iglesia se encuentre abierta y finalmente quedarse extasiados hasta la torticolis, mirando la obra barroca de la Iglesia del Gesu, de Gaulli (aunque haya un espejo para poder bajar la cabeza un rato). El Panteón, el Castel Sant Angelo. Mucho bullicio y oferta culinaria, y trafico desordenado y voces alteradas…casi como en casa.
Caminatas buscando los hitos que señalan las guías y también sitios de libros, como los mencionados en la novela de Dan Brown, o las de la película de Woody Allen.
Tuvimos la oportunidad de ir a conocer las catacumbas de San Calixto e hicimos la visita al Vaticano. Si no son amantes de museos, se puede evitar ir a los Museos Vaticanos, pero no pueden perderse la Capilla Sixtina y entrar y caminar por San Pedro y dimensionar el tamaño de la cúpula, los pilares del badalquino de Bernini, la cátedra de San Pedro y la dolorosa belleza de La Piedad de Miguel Ángel entre otras cosas.
No se pierdan visitar la Galería Borghese, y ver las esculturas de Bernini. Ni la movida en Piazza del Popolo o en Piazza Navona a la tardecita.
También hubo encuentros. Con una amiga que vive allí desde hace años y también con otra con la que sabíamos que coincidíamos por un día en la ciudad. Ella recién llegaba, nosotras ya nos íbamos y aprovechamos para intercambiar información, caminando por el mercado en Campo dei Fiori, con cena en el Trastevere y rematando la noche con un helado en la Fontana di Trevi.
Y por favor, pongan atención y no comentan el mismo error que yo. Según parece la moneda se tira con la mano derecha pero cruzada sobre el hombro izquierdo….Me lo contaron tarde… ¿será que no voy a volver a Roma por eso?
Un vuelo low cost de Vueling, nos depositó en el aeropuerto de Orly. Paris sin lluvia no es Paris…y las primeras horas en la ciudad luz fueron de paraguas y piloto.
Recorrimos los sitios obligados y también fuimos en busca de la esquina de la película Medianoche en Paris, en la iglesia de Saint Etienne du Mont, la iglesia de Saint Sulpice y los Arago por las veredas cercanas al Louvre, nuevamente tras los pasos de los personajes del Código Da Vinci.
Montmartre, con su Place du Terre, la Torre Eiffel, Notre Dame, la Saint Chapelle. El Barrio Latino, Saint Germain des Pres…Ahhhh…Oh la la Paris!
Llegó el tramo final hasta Amsterdam. Tambien por tierra, el primer destino en Bélgica fue Gent, donde llegamos en un ómnibus de Eurolines. La ciudad fue premiada por su iluminación nocturna y como llegamos de noche, nos obligó a una sesión de fotos. Por la mañana resultó igual de mágica. Nos hospedamos en un monasterio.
Brugge, nos sedujo con sus canales y edificios cual casas de muñecas, con ventanas vestidas de encajes y bordados. Nos acompañaron el aroma y sabor del chocolate caliente y las vidrieras de los finos encajes a bolillos. Cualquier descripción que haga no le haría honor.
Tren hasta Bruselas, otro bus, y al fin, otra vez en Amsterdam.
Que ciudad !! Cosmopolita y desinhibida. Con coffee shops, luces rojas, edificios torcidos sosteniéndose entre sí, vidrieras que sonrojan y alrededores de pueblos de pescadores y molinos, como Zaanse Schans, Edam, Voledam. Bicis, papas fritas, tulipanes, quesos, Rembrandt, Van Gogh, el llanto en la casa de Ana Frank.
Ya a esta altura les voy a confesar que extrañaba mucho. Habia mandado a casa una postal en cada lugar que había pisado. Tenía sensaciones encontradas de querer ya estar en casa y de seguir disfrutando algo que no sabía si iba a vivir otra vez.
Y llegó el día de vuelta. Con más de 1800 fotos en mi haber, ciento de anécdotas y otros tantos recuerdos en la cabeza para seguir viajando cada vez que aparecieran.
La yapa: escala de 12 horas en Madrid bien aprovechada mediante caminata con un buen amigo que vive allí, paseo y tapas por el Mercado San Miguel, atardecer en el Palacio Real y charla hasta que se hizo la hora de volver a Barajas y tomar el vuelo.
En Ezeiza, la emoción del reencuentro, reclamo de regalos varios, besos, abrazos y mamá ya estaba en casa. Pero era una mamá y esposa feliz y agradecida de que le hayan regalado vivir esta experiencia.
Regresamos con mi amiga enumerando lo que nos faltó, pero seguras de haber armado un catálogo para viajes futuros.
Y tiempo después sigo poniendo la misma cara de ojos asombrados, recordando detalles e imágenes.
Como la frase del Maurice Maeterlinck, un escritor belga: “Lo mejor de un viaje es lo de antes y lo de después”
Por Mariana A. Creta (Sofonisba Anguissola) @mariana060170
Nota actual: De todas estas ciudades hasta ahora solo Paris tuvo revancha con otra visita posterior. Todavía tengo una deuda enorme con Italia especialmente, que quiero y espero saldar muy pronto.
5 respuestas
Qué gran recorrido!
Mi esposa está organizando algo parecido junto a una amiga de toda la vida. Deja 2 niños y un marido acá que la alentamos a que disfrute, porque viajar, siempre es un placer!
Felicitaciones por cumplir ese sueño!
Excelente por ese marido !!! Es increible poder vivir la experiencia. Se extraña, pero hoy con la tecnología ademas es mucho más fácil.
Gracias !
Hermoso viaje, recordé en tus palabras varias sensaciones vividas, y por tus fotos lugares entrañables que guardo en mi corazon
Es increible como se marcan algunos lugares en la memoria. Y las fotos (y algun objeto tambien que uno trae) son pequeños activadores de esa memoria.
Me alegro que te haya gustado. Gracias
Bellisimo relato! Y hermosísima experiencia!