“Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma” … “Tú eres el arco del cual tus hijos, como flechas vivas son lanzados. Deja que la inclinación, en tu mano de arquero sea para la felicidad” KHALIL GIBRAN (1883-1931) Poeta Todos los padres tenemos, quien más o quien menos, los mismos sueños y proyección de futuro con nuestros hijos. Y en mayor o menor medida, también los mismos miedos y las mismas culpas. Y todos los que tenemos hijos ya adolescentes, además de acompañarlos en los altibajos emocionales de su “adolecer” y contener ese instinto casi asesino que a veces nos asalta ante algunas contestaciones o caprichos de “ya soy grande”, con la esperanza de tener nietos alguna vez, nos sentimos inquietos al verlos crecer y madurar en un mundo y época que parece estar llena de violencia y peligro. Pero, así y todo, si está en nuestra naturaleza disfrutar de viajar y nos gusta descubrir y aprender de otras culturas, y además somos afortunados de poder hacerlo de vez en cuando, nada nos ilusiona más que darles a ellos también la oportunidad de vivir ellos mismos esa experiencia. Uno quisiera ir siempre con ellos, de la mano, vigilando la alimentación, el sueño, que nos les pase nada malo y acompañarlos para ser nosotros los que les “descubramos” lugares, culturas, costumbres. Y no se nos ocurre que puedan viajar solos, o por lo menos que eso fuera a suceder antes del bendito viaje de egresados a Bariloche. Tampoco importa que ya tengan 16 años, usen celular y les hayamos dado extensión de tarjeta de crédito. Ellos son y serán nuestros bebés. Es lindo compartir viajes en familia, pero también me doy cuenta de que permitirles viajar solos; les da herramientas para desenvolverse de otro modo en la vida. El debut fue un viaje a Puerto Madryn hace 2 años. Primera vez solo en avión (solo sin mamá, porque iba con sus compañeros y docentes). Fueron 6 días pendientes del teléfono, de las novedades, rogando fotos que mandaba con cuenta gotas. Logré que a modo de “prueba de vida” me enviara solo registro grafico de una playa, una oveja siendo esquilada, algunos pinguinos y la valija desordenada. Obviamente, ninguna presencia humana en las mismas… Y al cabo, él volvió fascinado con la experiencia. Fue soltar el cordón umbilical imaginario un poco menos de 2000 km….. y mamá superó la prueba. Pero 18 meses después lo estábamos acompañando a Ezeiza, y esta vez, con una veintena de compañeros, volaba con destino a Inglaterra. Menuda prueba para mamá. El nene se iba 3 largas semanas. Cruzaba el océano, el inmenso charco de agua… Allá iba, a perfeccionar el idioma que viene aprendiendo desde el jardín de infantes. Que tramitar el poder que lo autorice, que la documentación para viajar, que charlas con los coordinadores, que como sería la convivencia con la familia que le tocaba en suerte, que si se las arreglaría bien allá, que la alimentación, que se porte bien!! A la despedida antes del embarque se le sumó un rosario de recomendaciones: Que no se aleje del grupo, que tenga cuidado con sus pertenencias, que cualquier cosa llame, que lleve siempre el mapa callejero a mano. Que mire bien al cruzar la calle ¡que los autos van al revés!. Que trate de llamar o mandar mensajes diariamente y si el mensaje venía con foto, mucho mejor (mamá necesitaba la prueba de que estaba “sano y salvo”). Todas las recomendaciones, las normales, las de siempre, y también agregué las otras, las que necesitaba que supiera que no tenía que dejar de hacer en la oportunidad que se le estaba presentando: Que abra los ojos, que amplifique sus oídos, que use todos sus sentidos, que no deje de observar. Que guarde en su memoria sonidos, colores, olores, sabores. Que se impregne de la cultura del lugar a donde va. Que respete las costumbres. Que averigüe el porque de alguna, que escuche a la gente y la observe en la vida cotidiana. Empaparse de la increíble sensación de ser un viajero descubriendo y aprendiendo cosas. Ellos hicieron base en casas de familia, en un pueblo llamado Folkstone, punto geográfico cercano al Eurotunel que atraviesa el canal de La Mancha y comunica Inglaterra con Francia. Y también recorrieron en distintas excursiones, Londres, Oxford, Brighton, Canterbury. Iban al colegio todos los días y se encontraban en puntos del vecindario para acompañarse unos a otros caminando. Compartieron con chicos de otras nacionalidades (Rusos, franceses, italianos, polacos, etc.). Hicieron compras, fueron la supermercado, a los museos, viajaron en bus, en tren. Voy a resumir la experiencia para él en una palabra que me mandaba cada vez que me contaba lo que había hecho y como había estado su dia: Amazing! Para mamá fue una suma de temores que fueron acrecentados por los hechos de Niza, justo una semana antes del viaje, (y el volaba por Air France y hacia escala en Paris tanto a la ida como a la vuelta), o después, el caso del loco en el centro comercial de Munich. Esos temores solo se calmaron cuando la leyenda “landed” figuraba al lado de su número de vuelo, en el cartel de la terminal C de Ezeiza. El volvió mucho más maduro, más independiente. Y volvió feliz, con todo lo que vio, aprendió y disfrutó en la experiencia. Resultado final: Positivo ciento por ciento. Y a mitad de año, no solo lo tendremos a él viajando nuevamente, esta vez a Washington y a Nueva York, (otros 16 días que espero sean tan “amazing” como sus anteriores experiencias), sino que además, su hermano, se irá a North Caroline para un intercambio, a tener tambien su propia experiencia. A esta altura, ya estoy un poco (muy poquito) más tranquila con la idea que viajen solos, pero también estoy segura de otras varias cosas: Que a pesar de lo temerosa que puedo estar, la experiencia es crecimiento para ellos.