Momentos de quietud en Los Ángeles

¿Vieron cuando sentís que el tiempo se detiene? Sin darte cuenta, perdiste contacto con lo que te rodea y te perdés en algo… no importa en qué, pero perdés conexión con todo, salvo con ese “algo”. Y no hablo del momento buscado, como cuando lees un libro, un post, o escuchas música. O de los momentos en los que querés que se detenga el tiempo, como cuando estás maravillado con algo pasandola super bien con alguien. Hablo de los que suceden sin que lo esperes; de los momentos que te envuelven como en una capa de invisibilidad, te aislan de todo y te das cuenta que pasó cuando el momento terminó. De esos hablo…

En mi reciente viaje en solitario por Los Ángeles me pasó, creo, dos veces (o al menos eso recuerdo). Y uno en particular es lo que me lleva a escribir este post.

Había subido caminando hasta el Griffith Observatory, me había deslumbrado con ver la ciudad desde las alturas, con el mismisimo observatorio y sus cúpulas, con el cartel de HOLLYWOOD mas arriba sobre la montaña… Todo esto ayudado con un sol que empezaba a caer y nos regalaba unos colores espectaculares. Después de ver todo desde los miradores del edificio, decido caminar sendero arriba, tratando de llegar un poco más alto y un poco mas cerca del famaso cartel. Ese día hacía calor, pero no impidió que varias parejas y grupos decidan subir, botellita de agua en mano. Después de subir un trecho, me encontré con un descanso; un rectangulo de ¿marmol? de “The Tiffany&Co Foundation Overlook” te invitaba a sentarte y disfrutar de la vista, y así lo hice.

Eran, aproximadamente, las 4 de la tarde de un día caluroso.

Me sente y observe la ciudad que empezaba a bañarse por el naranja del sol que bajaba; el observatorio, inmenso sobre una planicia en la montaña; el cartel, blanco, en contraste con la vegetación del lugar… y de repente, delante de mi, a contraluz, una pareja camina por un sendero, que desde mi perspectiva parecía que estaba formado por un camino de no más de 3 metros de ancho… Parecía que caminaban por el borde de la montaña y se acercaban al final del camino. Los vi llegar al final. Los vi abrazarse para la foto (selfie, obvio). Después él le sacaba fotos a ella, que levantaba los brazos fesejando frente al lente. Los vi ahí, mirando todo a su alrededor… No se cuanto tiempo estuve mirándolos. Ese fue mi momento de quietud.

Si no fuera porque no quería que me agarre la noche ahí arriba, me hubiera quedado mirándolos más tiempo, hasta que se fueran… Y las dudas de la chusma: ¿son pareja? ¿Hermanos? ¿De dónde serán? ¿Cómo llegaron hasta ahí? ¿Por qué habrán elegido ese camino? ¿Lo eligieron?

Les saque unas fotos y emprendí el regreso; cada 10 metros giraba la cabeza para saber si seguían donde los había “abandonado”. Estuvieron ahí, al final de ese camino, hasta que los perdí de vista.

 

En la vorágine de la rutina y de las grandes ciudades uno pierde estos momentos, pero siempre es lindo encontrarlos, sea donde sea que estemos.

Ojalá ustedes los tengan, y los reconozcan, y los disfruten…

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Mar.

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