Perdido en Venecia

Estaba completamente solo en Venecia. Era 5 de enero de 1995 a la 1:32 de la mañana. Debían hacer 3 grados bajo cero pero en Venecia por algún motivo el frío entra en los huesos más que en otros lados y yo tenía poco abrigo. No sé por qué estaba solo.

Mis padres me habían mandado sin darme ninguna razón. Me compraron un pasaje de avión y sólo dijeron «tenés que ir a Venecia solo, no tenés opción ni siquiera de preguntar el motivo». Y me fui. Estaba solo, recién había llegado, dejé las cosas en el hotel y salí a caminar por la Plaza San Marcos.

Venecia en ese entonces no era como ahora atestada de turistas por todos lados. No había nadie pero se veía increíblemente fría y hermosa. El Palacio Ducal hacia un lado con sus increíbles arcos bizantinos, la Basílica de San Marcos, los sonidos de las góndolas crujiendo su madera contra el agua, todo me parecía de una belleza inimaginable que jamás había experimentado pero la sensación de soledad no me permitía disfrutar.

Me adentré por una de sus callecitas dedicado a perderme sin mapa en la mano suponiendo que lo pequeña de la isla me llevarían siempre de regreso a la plaza de donde había partido. Crucé cientos de puentes, atravesé canales, negocios cerrados, el frío y el viento hacían estragos pero no podía dejar de caminar.

Estaba cansado cuando de repente veo una el contorno de una mujer de pelo muy largo y un vestido que parecía ser blanco en el final de una callecita que parecía terminar en la oscuridad total. Estaba parada en medio de la calle mirando directamente hacia mí. Me asusté mucho, parecía un fantasma aparecido en medio de la nada. El primer contacto con un humano desde que había salido del hotel y ya habían pasado más de 2hs. Me detuve y miré hacia los costados buscando disimuladamente girar hacia una calle lateral pero no había. Era dar la vuelta o seguir. Me dio vergüenza dar la vuelta así que seguí. El corazón me latía fuerte pero seguí, y ella allí mirando fijo en mi dirección. No estaba seguro si era una persona o tal vez una estatua o simplemente una ilusión hasta que la tuve a solo 2 metros de distancia. Apenas me detuve cuando en un español típico de quien no habla español, pronunció mi nombre..

Me detuve así como se detuvo mi corazón. Acto seguido se dio vuelta y empezó a caminar hacia la oscuridad. Yo me quede quieto y ella  dijo «sígueme». La curiosidad pudo más que el miedo. Iba a 3 pasos de distancia, solo se oían mis pasos, los de ella no.

Ya estaba casi completamente oscuro cuando se acercó a una vieja puerta de madera y la abrió, de adentro saló una luz tan brillante que iluminó casi toda esa pequeña calle. Los colores terracota de las cosas antiguas que la rodeaban me deslumbraron, estaba viendo Venecia por primera vez y era aún más bella de lo que imaginaba. Me dijo «pasa» y me dejó pasar. En momentos así tan extraños uno actúa por lo que dicta el cuerpo y por más que desde afuera imaginemos que jamás entraríamos, el cuerpo me llevó hacia adentro y por alguna extraña razón esa luz brillante emanó una rara sensación de paz.

Era una casa muy antigua por fuera pero moderna por dentro, parecía un típico loft de millonarios que vemos en películas. Había una mesa con un libro grande,  lo abrió y me mostró una foto de dos bebés iguales sonrientes de ojos muy claros. Miré muy fijo a esos ojos y me reconocí. Eran mis ojos. Leventé la vista para verla a ella buscando una explicación. Por primera su cara se veía perfecta y sus ojos estaban en la foto y también en mi cara. «Hermano» dijo con voz suave. Luego sacó una campera y me la dio. «Tu piel es fría» me dijo mientras abría la puerta y toda esa pequeña calle de Venecia se volvía a iluminar.y me volvió a deslumbrar. Intenté hacerle preguntas pero la puerta ya se había cerrado y la oscuridad de nuevo era total.

Empecé a caminar sin rumbo, sentía que sonaba una canción de fondo como si estuviese viviendo una película. Venecia seguía vacía pero no podía prestar atención. Caminé sin rumbo y las calles me devolvieron solas en la Plaza San Marcos y en mil hotel.

Cuando volví a casa mis padres no me preguntaron nada ni tampoco pregunté. Tiempo después volví a Venecia, ya con esposa e hijos. Atestada de turistas y no tan bella como la recordaba. Busqué esa pequeña calle por todos lados, miré a los ojos de todas las mujeres tratando de reconocerlos pero nunca más me encontré.

2 comentarios

  1. Hermoso relato, Quiz.
    Tuve la «fortuna» de visitar dos veces Venecia (fortuna entre comillas porque es una ciudad que no me ha gustado): la primera de muy chico, y la segunda el año pasado. Aún atestada de turistas -como bien mencionás en el relato-, es inevitable que, por lo menos una vez, quedes solo en alguna de las callecitas que conforman la isla. Y si eso ocurre cuando el sol ya está bajo, la sensación de, por lo menos, intranquilidad, a mi entender es inevitable. No hay motivo. Pero las callecitas más alejadas de la plaza y/o de las zonas más transitadas son algo tenebrosas a la tarde-noche.

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