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Visitando la casa de Edvard Grieg en Bergen, Noruega

Cuando era chico coleccionaba sellos postales (“estampillas”), algo que estaba de moda en esa época.  Recuerdo que un día me regalaron una con el rostro de un hombre y como título decía “NORGE-GRIEG”. Mi ignorancia me hizo pensar que se trataba de una estampilla de Grecia y que NORGE era el nombre de la persona retratada. Sólo muchos años más tarde descubrí que había un notable compositor noruego llamado Edvard Grieg (1843-1907) y me di cuenta que la estampilla era de Noruega (en noruego NORGE).   Por años disfruté de obras de Grieg como Peer Gynt, el Concierto para piano o sus canciones y tenía la sensación que su música transmitía la belleza natural de su país, con sus fiordos y las historias de trolls. Recién este año, en una visita a Bergen (Noruega) pude conocer su casa, que está junto a un fiordo. Para ello viajamos una media hora en tranvía, y luego de caminar otro tanto en medio de bosques colinas y vistas hermosas pudimos llegar. La casa, que se puede visitar, está perfectamente conservada, con su decoración de época. Pero hay además, bajando hacia el fiordo, una pequeña cabaña que era la que Grieg usaba para componer. La vista desde allí es inspiradora y uno se emociona por estar en el lugar desde donde surgieron tan bellas melodías. Grieg fue uno de los máximos exponentes del nacionalismo musical, un movimiento que quiso expresar la música folklórica, las danzas, las leyendas y el paisaje de distintos lugares de Europa, en este caso, Noruega. Para homenajear al compositor han construido un pequeño pero moderno auditorio, donde pudimos escuchar a un pianista  interpretando sus obras. Me fui de la casa de Grieg consciente de que es esa combinación de paisajes e historias la que me emociona profundamente, más de cien años después de haber sido creada en ese lugar.   Por Jorge Mandelbaum    

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Armando el Catálogo

¿Quién no soñó alguna vez con trabajar “de viajero”?  Soy una de esas soñadoras, pero mi día a día es la típica rutina de oficina y solo tengo, por ahora,  unos 28 días al año para poder hacer realidad ese sueño. Y a mis neuronas además de dejarlas soñar, las mantengo activas y siempre estoy tratando de hacer algo que me gratifique. Sin obligación, solo por placer.  Había terminado ya dos años de curso de Historia General del Arte en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires (100% recomendable) y estaba estudiando italiano, un idioma que quería aprender desde la infancia,  cuando mi abuelo me cantaba canciones en su dialecto friulano. Y como una cosa lleva a la otra, estaban alimentándose con todo esto, unas ganas terribles de viajar y de conocer Italia. Pero el contexto ya no era el de la soltera que disponía de su vida así como así,  y tengo  cuatro hermosos hijos y un marido que me aguanta y el presupuesto de un viaje a Europa por 6 es, convengamos, más que importante. Y fueron expresiones de deseos y planes en el aire a futuro lejano,  las que surgían en charlas de cenas, almuerzos, mateadas y cafés, con amigos, con marido.  Y sucedió… Un regalo de cumpleaños, una amiga con vacaciones disponibles y contagiosas ganas de aventura. Y eso que empezó como ideas locas, fue tomando forma y la frase: – “Saquen el pasaje y vayan, yo me quedo con los chicos” sonó como esas trompetas de entrada triunfal en las películas. Una oferta aérea decidió que el viaje empezaría y terminaría en Amsterdam. Y también cuanto duraría. A partir de ahí, fue amalgamar expectativas de ambas de acuerdo a intereses y gustos personales y ver que podíamos incluir en esos días y aprovechar al máximo Europa con un presupuesto tranquilo, (tendiendo a gasolero). Casi como la película “If It’s Tuesday, This Must Be Belgium”.  Lo nuestro terminó siendo 13 ciudades, 8 países en 21 días.  Para cualquier viajero con dos dedos de frente, parecería una locura.  Para nosotras,  era una oportunidad que no sabíamos si iba a volver a repetirse. Los preparativos fueron tan divertidos como el viaje en sí mismo. Trasnochadas buscando ideas y armando el itinerario.  Reuniones con mate de por medio, o chat de madrugada. Mesas llenas de mapas, guías, papeles. Que vamos a hotel, que vamos a un hostel, que lo hacemos en tren, que lo hacemos en avión.  Que ya que estamos por ahí tenemos que ir por allá… Finalmente llegó el día después de 3 meses.  Una madre con algo de culpa (bastante) y dejando a cuatro hijos y marido,  estaba camino a Ezeiza con tres semanas por delante para aprovechar al máximo. Todo estaba previsto para contenerme: fotos,  extensión del servicio celular pago para estar conectada 7×24,  cartitas, dibujitos, etc., etc…. Con algunos traspiés gracias al empleado de turno de la aerolínea en cuestión, se iban por la cinta nuestros petates despachados con destino AMS. Mi amiga soportándome las 12 horas de vuelo a Madrid.  A mí, a mi culpa, y a mi miedo a volar.  Una heroína. Ella, mi amiga,  obvio. Voy a tratar de contarles algo breve de cada lugar, lo que que me impactó del que fue el viaje más intenso y caminado que he tenido. No me quedan dudas que cada destino debería tener su propia historia, y que esto no es más que un ínfimo resumen. La escala en Madrid  tuvo un pequeño susto al ir al embarque de la conexión, y ver que por  la confusión generada en Ezeiza, habían anulado mi ticket y si bien lograba que me suban al avión, no sabíamos si mi valija iba a encontrarse conmigo en Amsterdam. Poco a poco la excitación de conocer nuevas cosas fue haciendo mermar esa sensación fuerte de extrañar la familia que ya estaba del otro lado del gran charco.  Madrid me era conocido, porque ya había estado en 3 oportunidades, pero todo lo que me esperaba por los próximos días iba a ser nuevo para mi. Y ahí aterrizamos en Amsterdam.  Y también nuestro equipaje para mi tranquilidad.  Una con mochila y la otra con valija: dos estilos para un mismo viaje. Llamada de rigor a Bs. As. para dar el presente y que estábamos bien y  preguntar si lloró la más chica, si todos fueron al cole, si me extrañaban porque yo sí, etc., etc.… Esa primera parada era de unas cuantas horas. Y las aprovechamos a full. Dejamos las valijas en lockers en la Estación Central y salimos a caminar para tener un primer encuentro con la ciudad de los canales. Ya volveríamos con más tiempo al final de recorrido.  A las 19 salía el tren que nos llevaría en viaje nocturno a Praga. Un muchacho coreano, que solo hablaba inglés fue nuestro único acompañante en el camarote hasta Berlín.  Allí llegamos de noche cerrada y de ese stop y de Berlín, solo me quedó la imagen de un brillante cartel de Mercedes Benz en lo alto del cielo nocturno a través de la ventanilla y un guarda que solo hablaba alemán y mi amiga haciendo de interprete para mí y para el coreano. El amanecer nos despertó cuando el tren estaba bordeando el rio Moldava, y en poco tiempo llegamos a Praga. Que les puedo contar… Praga es señorial, es realmente mágica.  Con su increíble reloj, el puente, la visita al palacio, la Catedral de San Vito, las sinagogas, el cementerio judío (que le dio el título al libro de Umberto Eco), la calle de Oro,  las iglesias, los tejados y las vistas nocturnas. El siguiente destino, en un tren hacia Austria, era Linz.  Una suave nevada nos despidió en la frontera de Rep. Checa. Habíamos incluido como destino de paso, visitar el ex campo de concentración de Mauthausen. Nuevamente las valijas al locker y un bus desde Linz nos dejó a un par de kilómetros que teníamos que hacer caminando. La llovizna, el viento

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Un viaje al interior a través del Camino Dos Faros

Mi infancia estuvo colmada de relatos de tierras y lugares legendarios. Mi abuela se encargó de enseñarme con amor, cada tarde, un pedacito de su historia en su Galicia amada. Y el Camino Dos Faros nos iluminó en las siestas en las que no me podía dormir porque quería que me siguiera contando esos recuerdos fantásticos…   Corría el año 2000 y con 15 años recién cumplidos comenzaba a tomar forma el sueño de mi vida: viajar con mi abuela, ese ser maravilloso que hizo que mi infancia fuese la más feliz del mundo, a conocer los lugares que con un nivel de detalle me describía cada tarde en la que dormir la siesta era una excusa para que me cuente todo de su amada Tella -el pueblito gallego en el que había nacido y al que siempre añoraba con volver- y esos sitios hermosos entre montañas y mar que me resultaban tesoros imaginarios. El destino, caprichoso, me la arrancó poco antes y sentí que el mundo se caía. Sin embargo, los años pasaron y con la madurez llegó la idea de emprender ese viaje de vuelta a los recuerdos, a mis raíces, a mi esencia que me hacía tanta falta. Como si la posibilidad de encontrarme con esos lugares que mi corazón conocía, me permitiesen hacer el camino que juntas habíamos soñado. Y doce años más tarde de lo planeado, me llegó la chance, en mi primer viaje trasatlántico, de conocer esos lugares legendarios que sentía tan míos. Continuos dejavues y sensaciones de ya haberlo visto me atravesaron. Los minutos previos al aterrizaje fueron más que eternos para mí. Los recuerdos me inundaban, la expectativa me llevaba el corazón a dos mil. Mil sensaciones encontradas. Y nervios. Y ansiedad. Mi familia gallega, tíos, primos, me abrieron las puertas de sus casas y sus corazones de par en par. Así llegamos a la Coruña y ya una tía me esperaba para dormir en su casa por la noche y pasar una de las veladas más divertidas de mi vida. Después de décadas, volví a probar comidas que no me gustaban como un gesto de amor y gratitud, y esa noche dormí con la paz de sentir que estaba en el lugar donde más quería estar.   Me llevó al primero de los Faros del Camino, ícono gallego, la Torre de Hércules, que se erigía ante nosotros dándome la bienvenida en pleno atardecer dorado. La Torre de Hércules es el faro romano más antiguo del mundo y que aún sigue en funcionamiento. La mañana siguiente, emprendimos el camino montañoso, lleno de paisajes preciosos y en cada curva resonaba la voz de mi abuela.   Antes de llegar al pueblo, bajamos en la playa de arenas blancas que tanto ella me recordaba cada vez que me nombraba el mar «teníamos las playas más blancas y frías del mundo». Y yo, me las imaginaba de nieve.   Otra tía me recibió en su casa por algunas noches y toda la familia me fue pasando a buscar para conocer los lugares que ya estaban grabados a fuego en mi memoria incluso antes de conocerlos. Sin embargo, mi primo José Manuel fue el responsable de llevarme a hacer ese viaje al interior de los recuerdos que venían más vívidos con cada kilómetro recorrido. Juntos atravesamos la Costa da Morte, recorrimos el Camino dos Faros, comenzando por el Faro de Laxe, con una vista maravillosa a una bahía azul de ensueño. El Faro es muy sencillo y es una réplica exacta de otro, el Faro Roncudo, que pertenece a Corme, cuyo entorno de piedras y rocas es totalmente opuesto.  Más tarde, llegaríamos al Faro de Punta da Barca en Muxía. Situado en un entorno increíble, junto al Santuario de la Virgen de la Barca, en uno de los puntos más hermosos e impactantes de todo el recorrido. El atardecer nos regaló su color dorado en las flores silvestres amarillas y la recordé tanto más porque en ese sitio hay una piedra que, según la leyenda, si se pasa nueve veces por debajo, se curan todas las enfermedades de espalda y riñones. Siempre me decía «lo primero que tenemos que hacer, es ir a pasar por la piedra de Os Cadrís».   El paso por el Faro de Punta Nariga creo, fue el más impresionante. El Faro en sí, es el más trabajado de todos, y el que ofrece las mejores vistas. Ubicado en lo alto del Monte Nariga, pertenece al Concello de Malpica. Es el más moderno de todos y fue construido en los años 90. Desde arriba, uno tiene la sensación de encontrarse sobre un barco atracado entre las rocas; y una curiosa pero hermosísima escultura corona la estructura. Es llamada «El Atlante». Finalmente, llegamos al punto más remoto de Galicia: Finisterre. El lugar donde todo termina. Donde termina la tierra para dar paso al mar que ruge con potencia y desafía la fortaleza de los marinos. El lugar en el que los peregrinos de Santiago queman sus ropas como último gesto hacia el Santo. El lugar que alberga el último faro del maravilloso Camino. Hoy en día se sabe que no es el lugar más occidental de Galicia, pero la tradición lo ha convertido en el final del Camino.   Apenas llegamos y nos asomamos al acantilado, sentí una fuerza en el pecho que el corazón se me salía. Mezclado con una paz que nunca había sentido. Y ahí José Manuel, mi Virgilio en esos días, me dijo: «no me creerías si te dijera que nunca vi el mar tan calmo, nunca vi en mi vida un día como éste.» Me llevó a un pequeño refugio de madera donde había un bar de no más de tres por tres, con una hermosa ventana al océano. Me compró una coca y me dijo: «siéntate ahí», señalando un banquito de madera junto a la ventana. Cuando vino, se sentó en frente mío y respirando hondo soltó: «en este exacto sitio estuvo sentada hace unos 15 años tu abuela.

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Historia de los 48 abrazos pendientes

Hola, Me llamo Irene Mónica Ocampo, y tengo 54 años. Hace 48 años que no abrazo a mi prima Carmen Midolo. Yo tenía 6 años cuando ella, mi prima María Cristina  y mi tía Rosa, se iban en el Eugenio C  a Italia. Un lugar que estaba lejos, pero que tenia la misma forma que la Santa Fe natal de ellas. Aquí Vivian en Constitución, en la calle Salta al 1200. Allí mi tía Rosa Giménez, hermana mayor de mi mama ,vivía con Joaquín Midolo y sus hijas. Ella tenía clientas en la peluquería y el hacia masajes, pedicura  y tenía un aparato que al día de hoy no se que era…pero las señoras salían felices y volvían siempre. Ellos eran mis padrinos, él llego a Argentina en 1946, venia escapando de la guerra. Allí había perdido su familia, mujer e hijos. Era nacido en Sicilia, en Siracusa en 1915, y en 1967, le llega una notificación de que había un hijo con vida, mientras que ya por el tiempo transcurrido, el resto de la familia, era declarada oficialmente como fallecidos. Con esta notificación partió en el ENRICO C y una vez llegado, reencontrado con su hijo, y otros familiares, manda un telegrama, donde le pide a mi tía que venda todas las instalaciones, compre los pasajes y se reúnan en Roma. Que emoción desde mis seis años! Que tragedia para mis primas con 18 y 16 recién cumplidos! Plena adolescencia!! Pero el amor fue el que gano y allá fueron…ellas se querían convencer de que se iban de una bota (Santa Fe) a otra bota (Italia). Conocí Italia por todas las tarjetas postales que nos enviaban, él con su Fiat 5oo les mostró toda su tierra, de norte a sur, de este a oeste. Y ellas me mandaban coloridas “cartolinas” de cada lugar que conocían…21 días, con suerte, tardaban en llegar. Llegaron los novios, formaron su familia, fue cuando mi tío Midolo, le propuso matrimonio a mi tía  Rosa. Toda la vida juntos , un amor fuerte como una roca y la vida , que quiso que seis meses después de casarse, con poco tiempo…dos quizás tres años de volver a su querida Italia, Midolo muere de una hepatitis c fulminante (no había transplantes en ese entonces). Allá quedaron, mi tía, mi prima Carmen ya casada con Mario, y mi prima Cristina con Nanino. Mamá pudo ir hace 15 años a ver a sus sobrinas, mi tía  vino tres veces a vernos. Siempre contaba que cuando se vieron en el aeropuerto se dieron 33 abrazos cada una… uno por cada año de separación. Hace poco viajó una prima  y yo le envié un abrazo y un beso por cada año que no nos vemos. A Cristina no puedo abrazarla ya que se fue muy rápido de este plano terrenal, pero me encantaría abrazar a sus hijos y sus nietos. Gracias a la tecnología y a que soy muy cargosa, primero usábamos la conexión con la compu de Virgilio, el hijo. Pero logré convencerla que compre un celu y gracias a eso hablamos por wasap todos los días, mensajes de voz, fotos, videos; de mi tía, que ya está en su mundo pero todavía me reconoce, de los perros, los gatos y los nietos! Esta es la historia ..siempre sueño en los abrazos ,uno por cada año, con ir a Ostia a la playa y con hacerle cosquillas a Mario para que se ría , cuando nos saquen una foto. Pero la película que tengo en mente es la de los abrazos… uno por cada año.   Por Irene Mónica Ocampo  

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Destinos accidentales. Paracas.

Paracas fue un destino accidental. Una posta entre Lima y Nazca, para no hacer el viaje tan largo. Y fue el sitio más encantador, destacándose por sobre otros parajes emblemáticos visitados. No estaba en el plan de viaje cuando, junto a dos amigos con motivo de terminar nuestra carrera, decidimos ir a Perú, hacer el Camino del Inca y conocer Machu Picchu. Paracas fue un destino accidental. Una posta entre Lima y Nazca, para no hacer el viaje tan largo. Y fue el sitio más encantador, destacándose por sobre otros parajes emblemáticos visitados. Paracas es una caleta de pescadores, se recuesta sobre una bahía del Pacífico. Su nombre significa Lluvia de arena en idioma quechua. Una arena casi blanca, finísima, que forma playas curvas entre promontorios de piedras negras. Llegamos en colectivo desde Lima de noche. Nos subimos a un taxi que nos llevó a pedido nuestro a un hostal, barato, al borde del mar. No fue hasta el día siguiente que descubrimos el paraíso en el que estábamos. El hotelito tenía grandes ventanales al mar y su propio embarcadero blanco. De las dos noches programadas, nos quedamos cuatro. El momento mágico fue cuando nos despertaron al grito de “llegaron los delfines, llegaron los delfines” y medio dormidos corrimos hasta el embarcadero para ver un grupo de 10 o 15 delfines mostrar sus lomos curvos sobre el agua serena y brillante. Inolvidable. Además de ser pintoresco, Paracas ofrece gastronomía barata y buenísima. Es un centro de conservación de aves acuáticas y hay recorridos para hacer tanto terrestres como embarcado para disfrutar los paisajes y la fauna del lugar. Y fue el sitio donde San Martín desembarcó en la Guerra de la Independencia. Una placa y una modesta estatua lo conmemora. Espero que como yo, ustedes también hayan disfrutado de los destinos accidentales. Por @anelendv  

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Llevando a mis abuelos por Europa

El domingo 21 de Diciembre de 1997, no se me va a borrar nunca de mis retinas. Temprano, cargamos las pocas cosas en el auto y abrigados, partimos hacia Ponte Ledesma. Serían unos 25 minutos de viaje y la ansiedad y emoción a flor de piel nos imposibilitó disfrutar del paisaje maravilloso de esa carretera de mano única que nos adentraba en la Coruña profunda de ocres y verdes apagados por el invierno. Pasamos 2 o 3 caseríos y finalmente llegamos a nuestro objetivo. Antes de cruzar el puente, frené, me dí vuelta, observe y les pregunté a mis abuelos si estaban preparados y ante su firme respuesta, a pesar a sus ojos vidriosos, detrás de los vidrios de los anteojos, dejé bajar el auto por la calle hasta llegar al puente medieval construido por primera vez con piedras de una cantera cercana en 1574. Año 1997, una tarde de domingo cualquiera, la familia sentada en la mesa de la casa de mis abuelos, alrededor de rondas de mate y pan dulce casero. Mi abuelo, panadero desde que tuvo fuerza para levantar una hogaza, hacía la mejor rosca de pascua y pan dulce de la zona. A decir verdad, nunca probé sus productos comerciales, pero mi vieja me cuenta que eran muy populares pero por una característica especial. Mi abuelo, argentino, pero que a los 3 años se volvió solo en un barco a la España natal de sus padres, para estar junto a su madre, mientras su padre se quedaba acá para poder trabajar más y así poder mantener a la familia del otro lado del charco, era daltónico. Y lo que hacía particular a las roscas y panes dulces, además de su sabor, al parecer eran sus colores. Nunca los colorantes de las masas o cremas pasteleras eran los que correspondían. Sobre el mostrador, me cuenta mi tío, había roscas de pascuas con cremas pasteleras rosas, verdes, celestes y violetas, sobre masas amarillas, rojas o azules. El pan dulce, también era coloreado a gusto del maestro panadero que los veía a todos más o menos iguales. Nunca fue una cuestión de marketing, es más, mi abuelo se enojaba con quien le marcaba que dos roscas eran de distinto color, porque él las veía iguales. Bueno, vuelvo a esa tarde, con mi primo Juampi, planeábamos en qué invertir esos pesos que ganábamos atendiendo el video club del barrio y surgió la idea de ir a conocer el pueblito del abuelo.  Todo fue como una bola de nieve, a las dos semanas sin sacar muchas cuentas, habíamos sacado 4 pasajes, para ir con nuestras hermanas. Viaje de primos, los cuatro por primera vez a Europa. Luego un problema de mi prima y por consejo de mi madre, el cupo femenino de la travesía se frustró. Eran demasiado peso, dos chicas de 16 y 17 años, para dos hermanos mayores de 19 y 20 cada uno. Se nos ocurrió entonces, qué mejor que ir con los abuelos a recorrer el pueblo que él tuvo que abandonar a sus 18 años, para volver y hacer el servicio militar en Su Argentina, como siempre decía, y al que nunca pudo volver, siquiera para conocer a sus 2 hermanos que allí quedaron. Los pasajes los cambiamos sin problemas y apenas restructuramos un poco el viaje para que no les sea muy pesado, a dos abuelos de 78 y 70 años, persiguiendo a sus dos nietos mayores. Sería un mes recorriendo menos ciudades, pero con foco especial en Ponte Ledesma, el pueblito de apenas 280 pobladores, que supo llegar a 600 en sus años de apogeo, a 40km de Santiago de Compostela y que está en el límite entre La Coruña y Pontevedra. Partimos los 4 desde Ezeiza un sábado de diciembre con 40 familiares despidiéndonos en el hall principal y con miles de recomendaciones a cuestas. Llegamos a Madrid a la mañana del 14 de Diciembre con mucho frio, pero bien preparados y enseguida nos fuimos  para el hostel que habíamos elegido por la guía Let´s Go Europe! Durante 3 días, recorrimos Madrid junto a una sobrina de mi abuelo que vivía allí. Ella, de pura rebeldía, nos llevaba de “colados” por toda la red de metro de la ciudad, haciendo creer a mis abuelos que allí “en el primer mundo, el transporte era gratis”. La habíamos contactado para que nuestra llegada a Ponte Ledesma fuera de sorpresa, pero no tanto, por temor a que alguno de los mayores de la familia, la quede ahí mismo… La idea fue que no lo supieran los hermanos de mi abuelo, que contaban 70 y 65 años, pero sí sus hijos para que organicen las habitaciones y todo para nuestra estadía. Los “tíos de Ponte Ledesma” siempre creyeron que a los que recibirían para las fiestas, serían a sus nietos de Madrid. Con un flamante auto alquilado, partimos hacía Toledo, donde hicimos noche en un hotel, con medio pueblo de joda en las calles, porque empezaban las vacaciones por las fiestas de los estudiantes. Para caminar, había que esquivar cuerpos embriagados hasta más no poder, como jamás habíamos visto en Argentina. Dos días después, llegamos a Santiago de Compostela y su famosa Catedral, la que mi abuelo, luego de más de 60 años, la recordaba “bastante más grande”. Pasamos una noche en un hostel, también entre fiestas de fin de curso de los estudiantes, donde un andaluz, de tan borracho, equivocó  el piso de su habitación y nos abrió y golpeó la puerta varias veces durante toda la noche y al bajar por la mañana encontramos durmiendo en las escaleras. -“Si subía un piso más, llegaba a su habitación, pero no hubo forma”- se disculpó el conserje con nosotros por las molestias ocasionadas. Los abuelos, ni se enteraron. Con lo mucho que los hacíamos caminar, dormían como bebes…  Cabe aclarar en éste punto que mis abuelos, además de ser personas inmensamente especiales para nosotros, se mantenían bien lúcidos, escuchaban bastante bien, y tenían muy buena movilidad

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Los esteros del Iberá: línea directa con la naturaleza

Los Esteros del Iberá son un conjunto de lagos, lagunas, canales, bañados, pantanos y embalsados. La reserva natural ocupa una superficie de 1.300.000 hectáreas y está situada en la provincia de Corrientes. Las propuestas turísticas se han desarrollado en la Colonia Carlos Pellegrini, que se encuentra dentro de la reserva natural del Iberá, a 120 kilómetros de la ciudad de Mercedes. En la colonia viven alrededor de mil personas. Hasta 1983, la mayoría de los habitantes se dedicaban a la caza de animales y al comercio de pieles. En 1983 se creó la reserva natural Iberá y se prohibió la caza. Desde entonces, los pobladores se volcaron a actividades relacionadas con el turismo.   “A los 30 días de la publicación de este decreto todos los empleados civiles y militares, incluso los jefes, los oficiales de milicia, los seculares y eclesiásticos que por cualquier título gocen de sueldo, pensión o asignación del tesoro público, traerán un distintivo de color punzó, colocado visiblemente en el lado izquierdo sobre el pecho.” Maximiliano, guía de la excursión y conductor de la lancha, nos cuenta que el ave Amblyramphus holosericeus es conocida como el Federal porque el colorado intenso de las plumas que cubren su cabeza y su pecho recuerda a la divisa rojo punzó, cuyo uso fue instaurado por aquel decreto de 1832 firmado por Juan Manuel de Rosas. También nos explica que la Garza Toro recibe ese nombre porque emite un chillido más de toro que de ave. Mientras le sacamos fotos a un ejemplar que está casi pegado a la lancha, Maxi nos dice que el Yacaré crece lento, vive mucho y que, a diferencia de los carpinchos, suele andar solo. Nos sorprende escuchar que toda esa masa de agua que nos rodea no recibe afluencia de ningún río, sino que se mantiene y aumenta de volumen a fuerza de lluvias.     Los Esteros del Iberá son un conjunto de lagos, lagunas, canales, bañados, pantanos y embalsados. La reserva natural ocupa una superficie de 1.300.000 hectáreas y está situada en la provincia de Corrientes. Las propuestas turísticas se han desarrollado en la Colonia Carlos Pellegrini, que se encuentra dentro de la reserva natural del Iberá, a 120 kilómetros de la ciudad de Mercedes. En la colonia viven alrededor de mil personas. Hasta 1983, la mayoría de los habitantes se dedicaban a la caza de animales y al comercio de pieles. En 1983 se creó la reserva natural Iberá y se prohibió la caza. Desde entonces, los pobladores se volcaron a actividades relacionadas con el turismo. Curiosamente, los primeros guardaparques eran excazadores, que fueron designados por su vasto conocimiento geográfico del lugar, de la flora y de la fauna y de los trucos de cazadores y pescadores. “De ladrones a policías”, nos dice Bruno, uno de los primeros guardaparques, ya retirado, que ahora nos guía en una cabalgata, mientras tenemos que levantar los pies porque los caballos hunden sus patas en un bañado. Celina -mi amada concubina- y yo, fuimos en micro desde Retiro a Mercedes, y en combi desde Mercedes hasta Carlos Pellegrini. De los 120 kilómetros de este último tramo, 80 son de ripio. En la colonia, hay varias hosterías y posadas. Nosotros contratamos el alojamiento, con pensión completa para tres días y tres noches, y cuatro excursiones. La mayoría de las hosterías ofrecen este tipo de paquetes y, si se busca un poco, se consiguen precios más que razonables. A orillas de la laguna Iberá está el camping municipal, que es muy bonito y que está muy cuidado, donde se emplaza el muelle. Las excursiones incluyen caminatas diurnas y nocturnas, paseos en lancha y cabalgatas. Según nos han dicho, Carlos Pellegrini recibe mucha gente en vacaciones de invierno y los fines de semana largos. Si tienen la posibilidad de pedir un algún día en el trabajo y alargar un fin de semana estándar van a recibir atención casi exclusiva en las posadas y en las excursiones. La mayoría de las posadas tienen pileta, lo cual ayuda a mitigar el calor si van en verano. Durante las épocas de altas temperaturas, las excursiones se programan lejos del mediodía. Como imaginarán, el protector solar y el repelente de mosquitos no pueden faltar (aunque había muchísimos menos mosquitos de los que habíamos imaginado). En el pueblo se corta la luz con cierta frecuencia. Si bien existe un generador que alimenta a toda la colonia en esas ocasiones, más de una vez hay baches energéticos. Si uno va dispuesto a desconectarse, no necesariamente es un problema. Iberá significa “aguas brillantes” en guaraní y, en palabras de Celi, es como una unidad del manual Santillana de Ciencias Naturales en la vida real. Algunas recomendaciones: Si van en micro, recordar que el viaje siempre se hace más corto de noche. Procurar que no quede mucho tiempo muerto entre la llegada a Mercedes y la salida desde allí hacia Carlos Pellegrini. En este punto, hay dos opciones: una combi (más económica) o una 4 x 4 (más cara). En las hosterías de los Esteros recibirán información más precisa acerca de estos servicios de la que aparece en internet. Si van en auto y son medio “franelitas”, recordar el tramo de ripio. Si van en avión, no sé qué decirles. Es una buena idea hacer alguna de las excursiones en lancha a la tardecita y ver la puesta del sol en la laguna. O levantarse temprano para disfrutar del amanecer. Esto último no está chequeado. ¡Sacar muchas fotos! Es un lugar ideal para los que gustan de la fotografía. Por @echipaulenas  

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Relatos de un #CorresponsalQV en Nueva York

Todo comenzó algún tiempo atrás y no, no fue en la Isla del Sol, pero sí ciertos caminos se cruzaron de casualidad. Por un lado, me surgió la invitación de hacer un viaje con mi viejo después de muchos años a la ciudad de Nueva York, y por otro, viendo cómo podía sacarle más jugo a twitter empecé a indagar en la que creo que es mi mayor pasión, recorrer el mundo o como aprendí hace poco que se dice “wanderlust”. Los inicios Fui siguiendo a muchas “eminencias” regionales en el tema viajes y la verdad me entretuve, entraba un poco más seguido a la red del pajarito pero no había hecho el “click” aún, un día veo q una de esas eminencias habla de #TeamLondon y arroba a un tal @quiz_viajero, me pico la curiosidad y entre a ver… para mi sorpresa había una batalla campal de dimensiones épicas entre un grupo de fervientes amantes de Londres y defensores acérrimos de la Gran Manzana. En ese instante tome una decisión crucial, ¡ir a la cocina y buscar pochoclo… era una pelea digna de verse! Con el paso de los días fui entrando más seguido Twitter y a mirar con detenimiento q pasaba alrededor de esta misteriosa cuenta, me preguntaba si harían quiz de lugares de viajes o de q hablarían, grata fue mi sorpresa cuando empecé a ver gente charlando de entre sí de lugares del mundo, mandando fotos, tirando destinos a los cuales viajar y hablando pavadas de tanto en tanto también… me sentí en mi salsa, desde ese entonces trate de tomar un rol mucho más activo y trate de aportar a esta comunidad. Cuando se acercaba la fecha de mi viaje a NY repasé el itinerario q tenia armado y pensé en aprovechar este grupo para pedir tips ayudas consejos de esos pequeños lugares q no salen en las guías, esas cosas q si nadie te dijo “anda q está buenísimo” no te metes ni por asomo. Así que tire un centro y todo el #TeamNewYork salió a mi ayuda, fuera de los consejos clásicos que uno esperaba encontrar aparecieron algunos increíbles como el 65th floor en el Rockefeller Center, la Low Line, Five Guys, Smosgasburg y demás. Después de tantas idas y vueltas me llego un mensaje del mismísimo @quiz_viajero invitándome a ser el #corresponsalQV y compartir mi viaje con la comunidad, era un desafío grande, documentar un viaje con poca experiencia previa y con un compañero de viaje perteneciente a una generación de “larga el telefonito” pese a q él también viva con el chupete electrónico encima. Luego de procesarlo un poco, decidí que esa oferta tan copada no la podía dejar pasar y la acepté. Al día siguiente, me llego la “credencial” y todo empezaría a tomar color, el pueblo pedía a gritos asignarme trabajo (no podemos ver a alguien vacacionar tranquilo, jejeje) y con @Soleax me instaron a ir a documentar “Los Baños del Plaza” … imaginaran q me llamó la atención el pedido, pero decidí hacerme cargo y meter el desafío dentro de mi itinerario.   Durante el viaje Ya en el viaje compartí con esta comunidad todo lo que me fue posible dentro de las limitantes de mi teléfono y la señal de internet de At&t (empresa que no recomiendo), el primer día fui a disfrutar de Harlem y sus calles amplias y luminosas (durante el día), los parques del upper west side, Tom’s Restaurant y la totalidad del Central Park.   Al segundo día fui a hacer unas comprillas al Woodbury y ya la comunidad bramaba porque no había fotos del Baño del Plaza, ahí me di cuenta que era más serio de lo que esperaba y tuve que fijar delivery date, el jueves a más tardar iría al dichoso recinto. Luego de las compras y demás, ya con el vehículo devuelto, decidimos ir con mi viejo al ESB ya que él lo tenía pendiente de nuestro viaje previo (1992) donde habíamos subido a las gemelas, pero no a la torre de King Kong. Subimos, disfrutamos de la vista nocturna, la fresca y el viento cruzado. Una vez terminado el avistamiento se nos ocurrió ir a Time Square a ver como se estaban viviendo las Históricas(?) elecciones, nos encontramos con un lugar lleno de personas q miraban sorprendidas las pantallas en la que le daban más electores al muchacho del muro que a la señora de los correos, fue impactante ver las caras largas, los gestos de desilusión y preocupación por parte de los lugareños. Ya sin energías decidimos volver a nuestro hotel y descansar un poco.   Ese miércoles, el Barba decidió agregarle al paisaje un techo gris y algunas gotas esporádicas, empezamos a replanificar la jornada… y decidimos hacer los tours a pie gratuitos que salen del Bowling Green, al igual que el año pasado, me toco el mismo guía, Alex, un crack, paseamos esquivando la lluvia, refresque lo aprendido y mi viejo se llevó un pantallazo bastante completo del DownTown por la mañana y a la tarde hicimos el tour que sale de la Grand Central Terminal y termina frente a la Catedral de San Patricio, EXCELENTE y MUY RECOMENDABLE, el día se cerró visitando el Mítico Madison Square Garden viendo a los NY Knicks vs los BK Nets. Llego el jueves, día de cumplir con lo prometido, la jornada se presentó fresca pero soleada, nos fuimos a hacer lo que faltaba de Central Park (o al menos una parte q faltaba ya q ese lugar nunca se termina de recorrer)  y de ahí ir al 765 de la 5ta y 59. Ya en la destino el #corresponsalQV se puso en campaña, entro como buen hijo de vecino, cámara al hombro y avanzo pensando q encontraría la recepción como si nada, pero no, cuando uno entra lo hace a un salón increíblemente decorado y el camino te lleva al restaurant de planta baja del hotel, entre di una pequeña vuelta y no encontraba el baño…

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Recuerdos de la inolvidable Florencia

No sé si por esa idea loca o por lo que me preparé para ese momento del viaje, o de tanto mirar guías, mapas y reseñas,  y de las veces que me imaginé como sería llegar a Florencia, que cuando me bajé del tren procedente de Venecia,  sabía perfectamente para que lado tenía que caminar, desde la estación de Santa María Novella, para encontrar el hotel que habíamos contratado. Cuando abro el baúl de los recuerdos no estoy describiendo un hecho metafórico. Tengo, en efecto, un baúl reciclado que perteneció amitía abuela Luisa, y con el que ella se embarcó dejando su casa en Pordenone y su Italia en guerra. El baúl es un recuerdo en sí mismo.  Y nada más adecuado para guardar fotos y papeles de viajes. Imágenes impresas que hoy son pequeños activadores de memoria, sobre todo de la mía. Fue buscando un mapa para prestarle a un amigo, cuando reapareció ante mí, una foto que me tomaron en la Iglesia de Santa María deiFiori, en Florencia. Reconocí esa mirada de asombro y me di cuenta de que lo que sentí cuando llegué a esa ciudad, seguía intacto en mi memoria. Los colores, los sonidos, los olores, todo seguía ahí.  Solo había que activarlo. Llevaba años de leer novelas,biografías, relatos de viajes y libros de historia relacionados con Florencia, el Renacimiento y el arte. Una ciudad y una época que me fascinaron desde la adolescencia, porque creía que en una vida pasada, había vivido allí y que había sido sin dudas en ese siglo. Y hasta aprendí italiano para poder hablar la lengua de mis mayores. No sé si por esa idea loca o por lo que me preparé para ese momento del viaje, o de tanto mirar guías, mapas y reseñas,  y de las veces que me imaginé como sería llegar a Florencia, que cuando me bajé del tren procedente de Venecia,  sabía perfectamente para que lado tenía que caminar, desde la estación de Santa María Novella, para encontrar el hotel que habíamos contratado. Y la ciudad toda me resultó de lo más familiar. Tal vez no todos coincidan en que sea  “la” ciudad italiana, pero como sobre gustos no hay nada escrito,  yo la declaro como mi ciudad preferida. Será tal vez porque fue la cuna de grandes artistas, y porque la idea del mecenazgo de los Medici y toda la historia de esa familia siempre me atrajo. Llena de iglesias y de museos.  Se respira arte y cultura por todos lados. Y shhhh….Entre nos, y en voz bajapara no se ofendan el resto de los italianos, les voy a decir que los florentinos me parecieron de lo más cultos, educados, y a los que mejor les entendí el idioma. Y ahí estaba yo, saliendo de la estación de Santa María Novella.  Y enfrente y cruzando una plazoleta,  está justamente la Basílica del mismo nombre.  En esa manzana hay una placita muy linda, con cafés, y también está la perfumería de Santa María Novella.  Una fábrica antiquísima de jabones y perfumes. Vale la pena entrar y recorrerla y en la tienda, se pueden comprar jaboncitos, fragancias y otros recuerdos para regalar y regalarse. Siguiendo la calle Vía de Cerretani, a unos metros,  enseguida aparece a la vista el mármol del edificio del Baptisterio.  Del mismo vale la pena dedicarle una mirada a las puertas, hermosas obras en bajorrelieves de pasajes bíblicos y cristianos.  Sobre todo la puerta norte, o del Paraíso, de L. Ghiberti.   Las originales actualmente están expuestas en el museo de la Opera del Duomo, a partir de su restauración por los daños del aluvión de noviembre de 1966.  Y también al trabajo de mosaiquismo de la bóveda. La catedral de Santa María dei Fiore, es un imponente edificio, con un frente en mármol que tiene un trabajo casi de orfebrería en blancos, verdes y rosados,  en sus  arcadas y columnas. Volviendo a esa foto que encontré, y al momento que me remitió,  me recuerdo boquiabierta bajo el duomo de Brunelleschi, admirando no solo los frescos de la cúpula, sino las dimensiones de la obra. Medidas expresadas en metros que solo había leído en textos y que ahora se tomaban forma. Y recuerdo también el incesante murmullo de la marea de gente que recorría el lugar, y de a ratos una voz de parlante que repetía en varios idiomas, que se hiciese silencio, que era un lugar de oración y debía respetarse. Observaba a los turistas tomar fotos y me preguntaba si todos conocían, además de la importancia arquitectónica y artística que referencian las guías de turismo, toda la historia de la que esas paredes y columnas, habían sido testigos. Mi imaginación saltaba sin cronología exacta, entre el Quattrocento y Cinquecento. De unsiniestro Savonarola exacerbado que condenaba desde el púlpito, obras de arte y escritos a la hoguera, a un Brunelleschi observando el avance de su obra, pasando por misas donde asistían las familias más poderosas, como los Medici o los Pazzi, y mentes talentosas y eruditas como Miguel Ángel, Leonardo, Botticelli, o hasta el intrigante Maquiavelo, sin olvidar, por supuesto la conspiración y el atentado a Lorenzo de Medici que se materializó allí mismo. El campanario de Giotto, a un costado, nos recordaría su presencia con exactitud de minutos durante toda la estadía, dado lo cercano que estaba nuestro hotel. Fueron pocos días, lamentablemente, para lo que yo hubiese querido, estar en Florencia, pero traté de impregnarme de todos los recuerdos y detalles que pude.  Para el resto estaba la cámara de fotos. La Piazza della Signoria, y bellas esculturas en la Loggia y la plaza, entre ellas una réplica del David de Miguel Ángel. El Palazzo Vecchio y  la Galería de los Uffizzi, con todas las obras que guardan.  Y ahí fuimos, a los Uffizzi, porque aunque sea una vez en la vida hay que pararse a admirar por ejemplo, el Nacimiento de Venus, o La Primavera, de Botticelli o el Tondo Doni de Miguel Ángel,y sin acercarse demasiado, para

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Haciendo el Tour al Palacio Barolo

El Palacio Barolo es la típica joya arquitectónica que los porteños damos por sentada. Nos falta apreciación por nuestra ciudad, que tantas cosas tiene para ofrecer. Qué lindo es ser parte de una comunidad que te da sorpresas… cuando le di RT al post del sorteo del Palacio Barolo pensé “qué interesante”, pero ni siquiera pensé “ojalá lo gane”, porque nunca se me da. Tan desacostumbrada estoy a ganar cosas que cuando me llegó la mención de QV al celular informando que había ganado, mi primera reacción fue pensar“¡Qué bueno, ahora Twitter informa automáticamente a todos los participantes de un sorteo los resultados finales!” ¡CUALQUIERA! En fin, realmente una sorpresa. Así fue como me encontré el miércoles 16 de noviembre en Avenida de Mayo 1370, dispuesta a ser la primera ganadora de Quiz Viajero en hacer efectivo un premio. ¡Un honor! Voy a ser honesta… hasta el año pasado no sabía que el Palacio Barolo existía, y me enteré de la forma más rebuscada: siguiendo una cuenta de Instagram de un alemán que de casualidad viajó a Buenos Aires y posteó su visita al Barolo; de ahí me quedaron las ganas de conocerlo. El Palacio Barolo es la típica joya arquitectónica que los porteños damos por sentada. Nos falta apreciación por nuestra ciudad, que tantas cosas tiene para ofrecer. En fin… vayamos a lo importante: La visita El Palacio Barolo es un edificio de la década del veinte, que fue ideado por Luis Barolo y diseñado por el arquitecto Mario Palanti, ambos inmigrantes italianos. Por alguna razón, Barolo tenía una obsesión con “La Divina Comedia” de Dante y con la idea de traer las cenizas del autor para guardarlas en el edificio, pero a la vez le buscó el lado rentable y decidió utilizarlo para alquilar oficinas. Barolo y Palanti no solo compartían la apreciación por la obra de Dante, sino que también eran masones y el edificio está lleno de símbolos de esta logia. Por ejemplo, en los ascensores de la planta baja se puede ver la escuadra y el compás en la A de ascensor, y una flor de Lis en la punta de la aguja que marca los pisos. En los pisos superiores, se repiten números y formas que representan a la masonería. Fue el edificio más alto de su época, con exactamente 100 metros de altura y cuenta con veintidós pisos, dos pisos en el subsuelo y una cúpula con un faro giratorio. El arquitecto lo dividió en tres partes que representaban “La Divina Comedia”: infierno (sótano y primer piso), purgatorio, y cielo. La visita comenzó mostrándonos la planta baja con sus nueve naves, pisos de mármol con los colores de la bandera italiana y esculturas de dragones en las columnas; luego subimos al cuarto piso, donde el guía nos contó más acerca de la arquitectura y cómo se componía el “Purgatorio” que ocupaba desde el tercer piso hasta el veintidós, donde llegás al cielo y ¡te convertís en ángel! Hacia allí seguimos la visita, subiendo hasta el piso catorce por el ascensor y luego juntando coraje y subiendo por las escaleras hasta el piso veinte, donde se encuentra el mirador. Una particularidad de las escaleras es que son muy pero muy angostas, si bien hay un ascensor que va del piso catorce al veinte, es muy pequeño y solo usado por las oficinas. Desde el piso veinte se tiene una vista 360° de toda la Ciudad de Buenos Aires. La noche estaba linda, aunque algo nublada, y pudimos ver el Congreso (una lástima que la cúpula no estaba iluminada), el Obelisco y también el edificio del Ministerio de Obras Públicas, con la figura de Evita bien visible. Vale aclarar que de noche no pude reconocer mucho más, pero en la entrada te dan un folleto marcando las muchas más cosas que se pueden ver de día: El Parque de la Ciudad, Tribunales, el Edificio Kavannagh y la Casa Rosada, entre otros espacios reconocibles. Una vez que todos sacamos unas cuantas fotos y descansamos, el guía nos separó en dos grupos y subimos dos pisos más al faro. ¡Acá sí que las escaleras eran para deporte aventura! Súper angostas, con techos bajos y paredes que sobresalían y hacían aún más difícil la subida, pero en fin… llegamos al faro. El espacio es todo de vidrio y hay unos almohadones para sentarse mientras el guía cuenta un poco la historia. El faro fue pensado para que su haz de luz llegara hasta Montevideo, y por la potencia original podría haber sucedido, pero el arquitecto no tuvo en cuenta la curvatura de la tierra, por lo que la luz nunca llegó hasta Uruguay. Además, la potencia original de 300.000 bujías tuvo que ser bajada porque la luz confundía a los barcos que llegaban al puerto. El faro quedó fuera de uso hasta que se lo volvió a prender para los festejos del Bicentenario del Primer Gobierno Patrio en 2010. Para finalizar el tour bajamos hasta el séptimo piso, donde Palacio Barolo Tours tiene sus oficinas, y nos mostraron cómo era una oficina típica de los años veinte. Cerramos la visita con una copa de vino y una pareja que bailó tango para el deleite de los turistas alemanes y brasileros que estaban en nuestro grupo. En resumen, porque me emocioné un poco escribiendo y esto se extendió bastante, fue una salida muy interesante, diferente y a través de la cual pudimos conocer una joya de la ciudad que es mucho más interesante que una fachada bonita. Muchas gracias Quiz Viajero y Palacio Barolo Tours por la invitación.   Por Flor, @_flory__     Nota de QV Muchísimas gracias Flor por tu onda, por tu texto, las fotos y por ser la primera persona de la HISTORIA que hace uso de un premio de Quiz Viajero. Ojalá seas la primera de miles y por qué no, cientos de miles. Milllones de gracias a la gente que organiza los tours del Palacio Barolo por ceder entradas al increíble visita. Para saber

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Barcelona. Contrastes de una ciudad increíble

Llegando en colectivo desde Madrid, llegamos a Barcelona por primera vez y nos sorprendimos por la diversidad y los contraste de una ciudad increíble que nos enamoró El viaje en colectivo desde Madrid a Barcelona se va adornando poco a poco con un relieve cada vez más marcado, mas seco, pero que no pierde su esplendor. La zona tiene un gran parecido a la transición entre Santiago del Estero y Córdoba, volviendo del norte de nuestro país. A lo largo del recorrido pueden verse caminos que se abren llevando tanto a pueblos pequeños como a ciudades grandes. Ya más cerca de la ciudad destino, comienzan a aparecer edificaciones y empieza a notarse que nos encontramos en el exterior de una urbe de gran tamaño, pero lo más importante, es que ya se presiente la magia. Entramos en una ruta mucho más urbanizada, y vamos ingresando mientras subimos, a la espléndida Barcelona. Nuestra llegada fue por Montjuic, por lo que luego de pasar por el estadio olímpico utilizado en los Juegos del 92’, el Ómnibus ingresó en un camino estrecho que comenzó su bajada, finalmente dejando al descubierto detrás de los árboles la vista de una ciudad maravillosa. Desde un mirador puede vislumbrarse cada rincón como en una postal, y aunque parece inmensa, al caminarla nos dimos cuenta de que no es tan grande como parece. Llegar finalmente al hotel en las ramblas pasando por la estatua de Colón y bordeando el Mediterráneo se siente como un sueño. Bajamos del transporte al lado de la costa, y caminamos rambla arriba tres cuadras hasta el hotel. Las flores de los puestos con techos de árboles, y la gente saliendo a caminar en el atardecer de la ciudad, con frió por el fin de febrero, pero buscando conocer cada rincón de la ciudad. Me tomé mi primer subte europeo la primera noche, y con un gran grupo nos dirigimos directo al shopping de Plaza de Toros. Un lugar increíble, por su fachada y por la forma de su interior, con una vista en su último piso desde donde, devuelta, puede verse toda la ciudad que, con los focos prendidos y a la luz de la luna, parece ser un cielo estrellado en la tierra. Se ve, adorado por dos grandes torres, el camino que lleva al magnífico palacio de la ciudad. Caminar por el barrio gótico de día, a su vez, también tiene su atractivo. Puede apreciarse la perfección de la vieja arquitectura, de la catedral y sus cuadras cercanas, donde abundan los claustros y jardines internos, y donde cada rincón te transporta directamente a la época medieval. Los mercados (La Boquería, el más famoso) ofrecen una de las artes de la ciudad: la culinaria. Manjares simples y complejos, comida infinita de la mejor calidad y un lugar que ya, de por sí, es artístico, y que adornado con la variedad de alimentos tiene un toque especial. Es muy recomendable recorrer la ciudad caminando, pero las bicicletas son una gran opción si se quiere llegar más lejos sin ir por debajo de la tierra. Así, se puede llegar con más facilidad al Parc Guell, tan enigmático como moderno, ideado por el gran Gaudí. Al nombrarlo al artista, no podemos dejar pasar la Casa Batlló, y mucho menos y jamás, podemos olvidar la Sagrada Familia. Por dentro parece un bosque, por fuera rompe con la estética de la ciudad de una forma chocante pero increíble, y es imposible no maravillarse ante su tamaño. Cada detalle está pensado. Las plazas abiertas, las avenidas y algunas calles amplias y otras muy angostas, y sobre todo la playa me hicieron acordar por momentos a Mar del Plata, comparándolo quizás con el parecido de Madrid con Buenos Aires. De repente, nos encontramos con un Arco del Triunfo no tan grande, pero que coronaba una avenida de la forma más artística, y que calle abajo llegaba a una fuente inmensa y al zoológico de la ciudad. La Barceloneta, bordeando la playa, es un barrio muy particular. Al caminar por él, hay un sentimiento de que los edificios están hechos casi sobre la arena, y de que en cualquier momento va a aparecer el mar delante, todo adornado con banderas de todo tipo, entre las que prevalecen la de Catalunya y la de Barcelona, obviamente. Un puerto moderno, con un hotel más moderno aún y una rambla que se asoma como escollera entre la arena y los barcos ofrecen una perspectiva diferente de lo que se puede ver en otros lugares de la ciudad. Porque es una ciudad en la que hay mil perspectivas distintas, sino, súbanse al teleférico para comprobarlo. Cómo olvidar también, el Camp Nou, y más de noche. Gigantesco, distinto en esencia y gente a lo que son los escenarios futbolísticos en Argentina, pero con el mismo fin y con los mejores del mundo en cancha. Sea el partido que sea, hay que visitarlo obligatóriamente. Siguiendo con la actividad nocturna, nos encontramos con gente y situaciones de todo tipo, porque así es Barcelona: un rejunte único entre lo viejo y lo nuevo, lo particular y lo normal, lo extraño y lo simple, lo extranjero y lo local. Hay arte en cada rincón, mucha pintura y escultura, mucha música callejera y también profesional. Y mucho para descubrir, porque seguramente me han faltado muchas cosas por nombrar. Estuve solo tres días, pero me sentí como en casa, y tengo ganas de volver para descubrir los tantos rincones que aún no conocí.   Por @nicopees  

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Hallstatt, al menos una vez en la vida

Desde que descubrí Hallstatt por una foto de instagram, sentí que era un lugar que debía visitar, al menos una vez en la vida. No dormía pensando cómo incorporarlo en el viaje, me volví adicta a sus imágenes y planifiqué varios días en torno a la posibilidad -dificultosa- de llegar.  Desde cualquier sitio cercano eran necesarios al menos 3 medios de transporte, pero no me importaba si necesitaba un día completo de viaje para estar un rato: sentía que valdría la pena. Hallstatt es un pueblo en el distrito de Salzkammergut  a orillas del Hallstätter See (Lago) en Austria, que debe su fama y apogeo comercial a la Mina de Sal que se dice que es la más antigua del mundo, con 7000 años. En nuestro caso, partimos desde Innsbruck, en tren a Salzburg. Desde allí un bus de una hora y treinta nos dejaría en una ciudad cercana: Bad Ischl, que lleva su nombre por el río que la recorre. A decir verdad, deberíamos haber paseado por esa ciudad porque se veía hermosa, pero… el tiempo nunca alcanza! Desde Bad Ischl, otro tren nos dejaría en la estación Hallstatt. Cuidado, la estación se encuentra al otro lado del lago! Cuando llega el tren, un bote recoge a los pasajeros para alcanzarlos al destino soñado. Fueron casi 5 horas de viaje desde Innsbruck pero vale la pena cada minuto!! Llegar a Hallstatt en bote, acercarse a la ciudad desde el lago de a poco.. Es mágico! Una aldea alpina entre la montaña y el lago, es uno de los lugares más bonitos que haya visitado jamás en Europa. [divider height=»30″ style=»default» line=»default» themecolor=»1″] Bueno, a los chinos les pasa lo mismo… Cantidades de ellos llegan a la ciudad todos los días. A la ciudad «real» ya que su amor por Hallstatt los llevó a construir una réplica en su propio país. En 2011 comenzó la construcción de la réplica, en tamaño real, y se gastaron al menos 900 millones de euros. Miren: http://blogs.antena3.com/esto-no-es-noticia/china-copia-pueblo-entero-austria-tamano-real_2012060700072.html [divider height=»30″ style=»default» line=»default» themecolor=»1″] Pero volvamos a la maravilla real. Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO, la realidad supera la imaginación. Fuimos con la idea de dormir allí. Es fundamental para poder ver el anochecer y amanecer. Con una noche está bien, dos noches sería lo ideal para poder disfrutar de este regalo de la naturaleza y la historia. Caminar sus diminutas callejuelas, recorrer los negocios típicos -relacionados a la sal, pues las Minas de Sal de Hallstatt son su principal origen, y aún hoy continúan en actividad. O comer en un restaurant a la orilla del lago, hacen de la estadía una sensación de ensueño. La ciudad no permite el tránsito interior de vehículos, por lo que se hace todo caminando. Hallstatt tiene dos Iglesias: la que construye su imagen, con la torre de aguja, es evangélica, y allí mismo se encuentra la plaza principal Marktplatz, con sus hermosas fachadas típicas, casas preciosas, balcones con flores y su fuente.[divider height=»30″ style=»default» line=»narrow» themecolor=»1″] Hacia la derecha, en camino en subida por escalones, se encuentra la Iglesia Católica Pfarrkirche y el cementerio. La Iglesia es de estilo románico gótico y cuenta con uno de los trípticos más hermosos que haya visto. En ese mismo sitio, podrán ver uno de los puntos más famosos de Hallstatt: la habitación de las calaveras, el famoso Osario Hallstätter Beinhaus: 1200 difuntos se encuentran en ese lugar, que lo convierten en uno de los más curiosos del mundo: 1200 calaveras y mayor cantidad de huesos grandes se exhiben en una pequeña sala. Cada una lleva grabado el nombre del difunto, fecha y algunas dibujos como flores y cruces. La última moradora llegó en 1995, pero se conservan restos desde el 1800. Vale la pena verlo. Saltzwelten es la mina de sal -dicen- más antigua de Europa. La llegada no es menos impresionante, a través de un funicular, que regala las mejores vistas del pueblo y el lago. En el interior existe un Museo que cuenta la historia y tiene la réplica del «Hombre de Sal» (un cadáver encontrado alrededor del 1700 en perfectas condiciones de conservación gracias a la sal).   La tradicional foto de Hallstatt se puede hacer continuando por la derecha en el mismo sentido de la Iglesia: es sencillo de encontrar, a toda hora fotógrafos y aficionados se encuentran para conseguir la mejor foto de la ciudad. Algunos tips: Quizás sea mejor ir desde Salzburgo, son dos horas nada más. ¿Dónde dormir? Dormir en Hallstatt puede resultar caro e incómodo si vas con valijas, porque desde que te deja el barco no hay mucho más que acarrearlas por el pueblo. Nosotros dejamos las valijas en Innsbruck y viajamos sólo con mochilas. Dormir en Obertraun puede resultar más económico, pero si es por una noche o dos, no lo recomiendo, ya que los barcos tienen un horario diurno (y reducido fuera de temporada) y te perdés la oportunidad de ver el amanecer y noche. ¿En qué época ir? Bueno, yo diría en cualquiera. Pero claramente el final del verano ha de ser la mejor, para ver todo florecido. En primavera, el clima tan cambiante puede mostrarte sólo lluvias. El invierno nevado debe ser mágico, y tengo el sueño de volver en esa época! TODO cierra tempranísimo, para cenar a las 9 lo único abierto fue un kebab que está junto a donde llegan y parten los botes. No dejes de visitarlo una vez en la vida, es de esos lugares que quedarán grabados por siempre! En nuestro caso no tomamos el funicular, ya que la vista estaba tapada por las nubes, pero si el día y el tiempo acompañan, deberías evaluarlo. No dejes de visitar Obertraun, apenas a 5 minutos en tren (la estación siguiente a Hallstatt) podrás encontrarte con la vida real, sin turistas! por @ladipalma

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