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Recuerdos de la inolvidable Florencia

No sé si por esa idea loca o por lo que me preparé para ese momento del viaje, o de tanto mirar guías, mapas y reseñas,  y de las veces que me imaginé como sería llegar a Florencia, que cuando me bajé del tren procedente de Venecia,  sabía perfectamente para que lado tenía que caminar, desde la estación de Santa María Novella, para encontrar el hotel que habíamos contratado. Cuando abro el baúl de los recuerdos no estoy describiendo un hecho metafórico. Tengo, en efecto, un baúl reciclado que perteneció amitía abuela Luisa, y con el que ella se embarcó dejando su casa en Pordenone y su Italia en guerra. El baúl es un recuerdo en sí mismo.  Y nada más adecuado para guardar fotos y papeles de viajes. Imágenes impresas que hoy son pequeños activadores de memoria, sobre todo de la mía. Fue buscando un mapa para prestarle a un amigo, cuando reapareció ante mí, una foto que me tomaron en la Iglesia de Santa María deiFiori, en Florencia. Reconocí esa mirada de asombro y me di cuenta de que lo que sentí cuando llegué a esa ciudad, seguía intacto en mi memoria. Los colores, los sonidos, los olores, todo seguía ahí.  Solo había que activarlo. Llevaba años de leer novelas,biografías, relatos de viajes y libros de historia relacionados con Florencia, el Renacimiento y el arte. Una ciudad y una época que me fascinaron desde la adolescencia, porque creía que en una vida pasada, había vivido allí y que había sido sin dudas en ese siglo. Y hasta aprendí italiano para poder hablar la lengua de mis mayores. No sé si por esa idea loca o por lo que me preparé para ese momento del viaje, o de tanto mirar guías, mapas y reseñas,  y de las veces que me imaginé como sería llegar a Florencia, que cuando me bajé del tren procedente de Venecia,  sabía perfectamente para que lado tenía que caminar, desde la estación de Santa María Novella, para encontrar el hotel que habíamos contratado. Y la ciudad toda me resultó de lo más familiar. Tal vez no todos coincidan en que sea  “la” ciudad italiana, pero como sobre gustos no hay nada escrito,  yo la declaro como mi ciudad preferida. Será tal vez porque fue la cuna de grandes artistas, y porque la idea del mecenazgo de los Medici y toda la historia de esa familia siempre me atrajo. Llena de iglesias y de museos.  Se respira arte y cultura por todos lados. Y shhhh….Entre nos, y en voz bajapara no se ofendan el resto de los italianos, les voy a decir que los florentinos me parecieron de lo más cultos, educados, y a los que mejor les entendí el idioma. Y ahí estaba yo, saliendo de la estación de Santa María Novella.  Y enfrente y cruzando una plazoleta,  está justamente la Basílica del mismo nombre.  En esa manzana hay una placita muy linda, con cafés, y también está la perfumería de Santa María Novella.  Una fábrica antiquísima de jabones y perfumes. Vale la pena entrar y recorrerla y en la tienda, se pueden comprar jaboncitos, fragancias y otros recuerdos para regalar y regalarse. Siguiendo la calle Vía de Cerretani, a unos metros,  enseguida aparece a la vista el mármol del edificio del Baptisterio.  Del mismo vale la pena dedicarle una mirada a las puertas, hermosas obras en bajorrelieves de pasajes bíblicos y cristianos.  Sobre todo la puerta norte, o del Paraíso, de L. Ghiberti.   Las originales actualmente están expuestas en el museo de la Opera del Duomo, a partir de su restauración por los daños del aluvión de noviembre de 1966.  Y también al trabajo de mosaiquismo de la bóveda. La catedral de Santa María dei Fiore, es un imponente edificio, con un frente en mármol que tiene un trabajo casi de orfebrería en blancos, verdes y rosados,  en sus  arcadas y columnas. Volviendo a esa foto que encontré, y al momento que me remitió,  me recuerdo boquiabierta bajo el duomo de Brunelleschi, admirando no solo los frescos de la cúpula, sino las dimensiones de la obra. Medidas expresadas en metros que solo había leído en textos y que ahora se tomaban forma. Y recuerdo también el incesante murmullo de la marea de gente que recorría el lugar, y de a ratos una voz de parlante que repetía en varios idiomas, que se hiciese silencio, que era un lugar de oración y debía respetarse. Observaba a los turistas tomar fotos y me preguntaba si todos conocían, además de la importancia arquitectónica y artística que referencian las guías de turismo, toda la historia de la que esas paredes y columnas, habían sido testigos. Mi imaginación saltaba sin cronología exacta, entre el Quattrocento y Cinquecento. De unsiniestro Savonarola exacerbado que condenaba desde el púlpito, obras de arte y escritos a la hoguera, a un Brunelleschi observando el avance de su obra, pasando por misas donde asistían las familias más poderosas, como los Medici o los Pazzi, y mentes talentosas y eruditas como Miguel Ángel, Leonardo, Botticelli, o hasta el intrigante Maquiavelo, sin olvidar, por supuesto la conspiración y el atentado a Lorenzo de Medici que se materializó allí mismo. El campanario de Giotto, a un costado, nos recordaría su presencia con exactitud de minutos durante toda la estadía, dado lo cercano que estaba nuestro hotel. Fueron pocos días, lamentablemente, para lo que yo hubiese querido, estar en Florencia, pero traté de impregnarme de todos los recuerdos y detalles que pude.  Para el resto estaba la cámara de fotos. La Piazza della Signoria, y bellas esculturas en la Loggia y la plaza, entre ellas una réplica del David de Miguel Ángel. El Palazzo Vecchio y  la Galería de los Uffizzi, con todas las obras que guardan.  Y ahí fuimos, a los Uffizzi, porque aunque sea una vez en la vida hay que pararse a admirar por ejemplo, el Nacimiento de Venus, o La Primavera, de Botticelli o el Tondo Doni de Miguel Ángel,y sin acercarse demasiado, para

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Haciendo el Tour al Palacio Barolo

El Palacio Barolo es la típica joya arquitectónica que los porteños damos por sentada. Nos falta apreciación por nuestra ciudad, que tantas cosas tiene para ofrecer. Qué lindo es ser parte de una comunidad que te da sorpresas… cuando le di RT al post del sorteo del Palacio Barolo pensé “qué interesante”, pero ni siquiera pensé “ojalá lo gane”, porque nunca se me da. Tan desacostumbrada estoy a ganar cosas que cuando me llegó la mención de QV al celular informando que había ganado, mi primera reacción fue pensar“¡Qué bueno, ahora Twitter informa automáticamente a todos los participantes de un sorteo los resultados finales!” ¡CUALQUIERA! En fin, realmente una sorpresa. Así fue como me encontré el miércoles 16 de noviembre en Avenida de Mayo 1370, dispuesta a ser la primera ganadora de Quiz Viajero en hacer efectivo un premio. ¡Un honor! Voy a ser honesta… hasta el año pasado no sabía que el Palacio Barolo existía, y me enteré de la forma más rebuscada: siguiendo una cuenta de Instagram de un alemán que de casualidad viajó a Buenos Aires y posteó su visita al Barolo; de ahí me quedaron las ganas de conocerlo. El Palacio Barolo es la típica joya arquitectónica que los porteños damos por sentada. Nos falta apreciación por nuestra ciudad, que tantas cosas tiene para ofrecer. En fin… vayamos a lo importante: La visita El Palacio Barolo es un edificio de la década del veinte, que fue ideado por Luis Barolo y diseñado por el arquitecto Mario Palanti, ambos inmigrantes italianos. Por alguna razón, Barolo tenía una obsesión con “La Divina Comedia” de Dante y con la idea de traer las cenizas del autor para guardarlas en el edificio, pero a la vez le buscó el lado rentable y decidió utilizarlo para alquilar oficinas. Barolo y Palanti no solo compartían la apreciación por la obra de Dante, sino que también eran masones y el edificio está lleno de símbolos de esta logia. Por ejemplo, en los ascensores de la planta baja se puede ver la escuadra y el compás en la A de ascensor, y una flor de Lis en la punta de la aguja que marca los pisos. En los pisos superiores, se repiten números y formas que representan a la masonería. Fue el edificio más alto de su época, con exactamente 100 metros de altura y cuenta con veintidós pisos, dos pisos en el subsuelo y una cúpula con un faro giratorio. El arquitecto lo dividió en tres partes que representaban “La Divina Comedia”: infierno (sótano y primer piso), purgatorio, y cielo. La visita comenzó mostrándonos la planta baja con sus nueve naves, pisos de mármol con los colores de la bandera italiana y esculturas de dragones en las columnas; luego subimos al cuarto piso, donde el guía nos contó más acerca de la arquitectura y cómo se componía el “Purgatorio” que ocupaba desde el tercer piso hasta el veintidós, donde llegás al cielo y ¡te convertís en ángel! Hacia allí seguimos la visita, subiendo hasta el piso catorce por el ascensor y luego juntando coraje y subiendo por las escaleras hasta el piso veinte, donde se encuentra el mirador. Una particularidad de las escaleras es que son muy pero muy angostas, si bien hay un ascensor que va del piso catorce al veinte, es muy pequeño y solo usado por las oficinas. Desde el piso veinte se tiene una vista 360° de toda la Ciudad de Buenos Aires. La noche estaba linda, aunque algo nublada, y pudimos ver el Congreso (una lástima que la cúpula no estaba iluminada), el Obelisco y también el edificio del Ministerio de Obras Públicas, con la figura de Evita bien visible. Vale aclarar que de noche no pude reconocer mucho más, pero en la entrada te dan un folleto marcando las muchas más cosas que se pueden ver de día: El Parque de la Ciudad, Tribunales, el Edificio Kavannagh y la Casa Rosada, entre otros espacios reconocibles. Una vez que todos sacamos unas cuantas fotos y descansamos, el guía nos separó en dos grupos y subimos dos pisos más al faro. ¡Acá sí que las escaleras eran para deporte aventura! Súper angostas, con techos bajos y paredes que sobresalían y hacían aún más difícil la subida, pero en fin… llegamos al faro. El espacio es todo de vidrio y hay unos almohadones para sentarse mientras el guía cuenta un poco la historia. El faro fue pensado para que su haz de luz llegara hasta Montevideo, y por la potencia original podría haber sucedido, pero el arquitecto no tuvo en cuenta la curvatura de la tierra, por lo que la luz nunca llegó hasta Uruguay. Además, la potencia original de 300.000 bujías tuvo que ser bajada porque la luz confundía a los barcos que llegaban al puerto. El faro quedó fuera de uso hasta que se lo volvió a prender para los festejos del Bicentenario del Primer Gobierno Patrio en 2010. Para finalizar el tour bajamos hasta el séptimo piso, donde Palacio Barolo Tours tiene sus oficinas, y nos mostraron cómo era una oficina típica de los años veinte. Cerramos la visita con una copa de vino y una pareja que bailó tango para el deleite de los turistas alemanes y brasileros que estaban en nuestro grupo. En resumen, porque me emocioné un poco escribiendo y esto se extendió bastante, fue una salida muy interesante, diferente y a través de la cual pudimos conocer una joya de la ciudad que es mucho más interesante que una fachada bonita. Muchas gracias Quiz Viajero y Palacio Barolo Tours por la invitación.   Por Flor, @_flory__     Nota de QV Muchísimas gracias Flor por tu onda, por tu texto, las fotos y por ser la primera persona de la HISTORIA que hace uso de un premio de Quiz Viajero. Ojalá seas la primera de miles y por qué no, cientos de miles. Milllones de gracias a la gente que organiza los tours del Palacio Barolo por ceder entradas al increíble visita. Para saber

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Barcelona. Contrastes de una ciudad increíble

Llegando en colectivo desde Madrid, llegamos a Barcelona por primera vez y nos sorprendimos por la diversidad y los contraste de una ciudad increíble que nos enamoró El viaje en colectivo desde Madrid a Barcelona se va adornando poco a poco con un relieve cada vez más marcado, mas seco, pero que no pierde su esplendor. La zona tiene un gran parecido a la transición entre Santiago del Estero y Córdoba, volviendo del norte de nuestro país. A lo largo del recorrido pueden verse caminos que se abren llevando tanto a pueblos pequeños como a ciudades grandes. Ya más cerca de la ciudad destino, comienzan a aparecer edificaciones y empieza a notarse que nos encontramos en el exterior de una urbe de gran tamaño, pero lo más importante, es que ya se presiente la magia. Entramos en una ruta mucho más urbanizada, y vamos ingresando mientras subimos, a la espléndida Barcelona. Nuestra llegada fue por Montjuic, por lo que luego de pasar por el estadio olímpico utilizado en los Juegos del 92’, el Ómnibus ingresó en un camino estrecho que comenzó su bajada, finalmente dejando al descubierto detrás de los árboles la vista de una ciudad maravillosa. Desde un mirador puede vislumbrarse cada rincón como en una postal, y aunque parece inmensa, al caminarla nos dimos cuenta de que no es tan grande como parece. Llegar finalmente al hotel en las ramblas pasando por la estatua de Colón y bordeando el Mediterráneo se siente como un sueño. Bajamos del transporte al lado de la costa, y caminamos rambla arriba tres cuadras hasta el hotel. Las flores de los puestos con techos de árboles, y la gente saliendo a caminar en el atardecer de la ciudad, con frió por el fin de febrero, pero buscando conocer cada rincón de la ciudad. Me tomé mi primer subte europeo la primera noche, y con un gran grupo nos dirigimos directo al shopping de Plaza de Toros. Un lugar increíble, por su fachada y por la forma de su interior, con una vista en su último piso desde donde, devuelta, puede verse toda la ciudad que, con los focos prendidos y a la luz de la luna, parece ser un cielo estrellado en la tierra. Se ve, adorado por dos grandes torres, el camino que lleva al magnífico palacio de la ciudad. Caminar por el barrio gótico de día, a su vez, también tiene su atractivo. Puede apreciarse la perfección de la vieja arquitectura, de la catedral y sus cuadras cercanas, donde abundan los claustros y jardines internos, y donde cada rincón te transporta directamente a la época medieval. Los mercados (La Boquería, el más famoso) ofrecen una de las artes de la ciudad: la culinaria. Manjares simples y complejos, comida infinita de la mejor calidad y un lugar que ya, de por sí, es artístico, y que adornado con la variedad de alimentos tiene un toque especial. Es muy recomendable recorrer la ciudad caminando, pero las bicicletas son una gran opción si se quiere llegar más lejos sin ir por debajo de la tierra. Así, se puede llegar con más facilidad al Parc Guell, tan enigmático como moderno, ideado por el gran Gaudí. Al nombrarlo al artista, no podemos dejar pasar la Casa Batlló, y mucho menos y jamás, podemos olvidar la Sagrada Familia. Por dentro parece un bosque, por fuera rompe con la estética de la ciudad de una forma chocante pero increíble, y es imposible no maravillarse ante su tamaño. Cada detalle está pensado. Las plazas abiertas, las avenidas y algunas calles amplias y otras muy angostas, y sobre todo la playa me hicieron acordar por momentos a Mar del Plata, comparándolo quizás con el parecido de Madrid con Buenos Aires. De repente, nos encontramos con un Arco del Triunfo no tan grande, pero que coronaba una avenida de la forma más artística, y que calle abajo llegaba a una fuente inmensa y al zoológico de la ciudad. La Barceloneta, bordeando la playa, es un barrio muy particular. Al caminar por él, hay un sentimiento de que los edificios están hechos casi sobre la arena, y de que en cualquier momento va a aparecer el mar delante, todo adornado con banderas de todo tipo, entre las que prevalecen la de Catalunya y la de Barcelona, obviamente. Un puerto moderno, con un hotel más moderno aún y una rambla que se asoma como escollera entre la arena y los barcos ofrecen una perspectiva diferente de lo que se puede ver en otros lugares de la ciudad. Porque es una ciudad en la que hay mil perspectivas distintas, sino, súbanse al teleférico para comprobarlo. Cómo olvidar también, el Camp Nou, y más de noche. Gigantesco, distinto en esencia y gente a lo que son los escenarios futbolísticos en Argentina, pero con el mismo fin y con los mejores del mundo en cancha. Sea el partido que sea, hay que visitarlo obligatóriamente. Siguiendo con la actividad nocturna, nos encontramos con gente y situaciones de todo tipo, porque así es Barcelona: un rejunte único entre lo viejo y lo nuevo, lo particular y lo normal, lo extraño y lo simple, lo extranjero y lo local. Hay arte en cada rincón, mucha pintura y escultura, mucha música callejera y también profesional. Y mucho para descubrir, porque seguramente me han faltado muchas cosas por nombrar. Estuve solo tres días, pero me sentí como en casa, y tengo ganas de volver para descubrir los tantos rincones que aún no conocí.   Por @nicopees  

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Hallstatt, al menos una vez en la vida

Desde que descubrí Hallstatt por una foto de instagram, sentí que era un lugar que debía visitar, al menos una vez en la vida. No dormía pensando cómo incorporarlo en el viaje, me volví adicta a sus imágenes y planifiqué varios días en torno a la posibilidad -dificultosa- de llegar.  Desde cualquier sitio cercano eran necesarios al menos 3 medios de transporte, pero no me importaba si necesitaba un día completo de viaje para estar un rato: sentía que valdría la pena. Hallstatt es un pueblo en el distrito de Salzkammergut  a orillas del Hallstätter See (Lago) en Austria, que debe su fama y apogeo comercial a la Mina de Sal que se dice que es la más antigua del mundo, con 7000 años. En nuestro caso, partimos desde Innsbruck, en tren a Salzburg. Desde allí un bus de una hora y treinta nos dejaría en una ciudad cercana: Bad Ischl, que lleva su nombre por el río que la recorre. A decir verdad, deberíamos haber paseado por esa ciudad porque se veía hermosa, pero… el tiempo nunca alcanza! Desde Bad Ischl, otro tren nos dejaría en la estación Hallstatt. Cuidado, la estación se encuentra al otro lado del lago! Cuando llega el tren, un bote recoge a los pasajeros para alcanzarlos al destino soñado. Fueron casi 5 horas de viaje desde Innsbruck pero vale la pena cada minuto!! Llegar a Hallstatt en bote, acercarse a la ciudad desde el lago de a poco.. Es mágico! Una aldea alpina entre la montaña y el lago, es uno de los lugares más bonitos que haya visitado jamás en Europa. [divider height=»30″ style=»default» line=»default» themecolor=»1″] Bueno, a los chinos les pasa lo mismo… Cantidades de ellos llegan a la ciudad todos los días. A la ciudad «real» ya que su amor por Hallstatt los llevó a construir una réplica en su propio país. En 2011 comenzó la construcción de la réplica, en tamaño real, y se gastaron al menos 900 millones de euros. Miren: http://blogs.antena3.com/esto-no-es-noticia/china-copia-pueblo-entero-austria-tamano-real_2012060700072.html [divider height=»30″ style=»default» line=»default» themecolor=»1″] Pero volvamos a la maravilla real. Patrimonio de la Humanidad declarado por la UNESCO, la realidad supera la imaginación. Fuimos con la idea de dormir allí. Es fundamental para poder ver el anochecer y amanecer. Con una noche está bien, dos noches sería lo ideal para poder disfrutar de este regalo de la naturaleza y la historia. Caminar sus diminutas callejuelas, recorrer los negocios típicos -relacionados a la sal, pues las Minas de Sal de Hallstatt son su principal origen, y aún hoy continúan en actividad. O comer en un restaurant a la orilla del lago, hacen de la estadía una sensación de ensueño. La ciudad no permite el tránsito interior de vehículos, por lo que se hace todo caminando. Hallstatt tiene dos Iglesias: la que construye su imagen, con la torre de aguja, es evangélica, y allí mismo se encuentra la plaza principal Marktplatz, con sus hermosas fachadas típicas, casas preciosas, balcones con flores y su fuente.[divider height=»30″ style=»default» line=»narrow» themecolor=»1″] Hacia la derecha, en camino en subida por escalones, se encuentra la Iglesia Católica Pfarrkirche y el cementerio. La Iglesia es de estilo románico gótico y cuenta con uno de los trípticos más hermosos que haya visto. En ese mismo sitio, podrán ver uno de los puntos más famosos de Hallstatt: la habitación de las calaveras, el famoso Osario Hallstätter Beinhaus: 1200 difuntos se encuentran en ese lugar, que lo convierten en uno de los más curiosos del mundo: 1200 calaveras y mayor cantidad de huesos grandes se exhiben en una pequeña sala. Cada una lleva grabado el nombre del difunto, fecha y algunas dibujos como flores y cruces. La última moradora llegó en 1995, pero se conservan restos desde el 1800. Vale la pena verlo. Saltzwelten es la mina de sal -dicen- más antigua de Europa. La llegada no es menos impresionante, a través de un funicular, que regala las mejores vistas del pueblo y el lago. En el interior existe un Museo que cuenta la historia y tiene la réplica del «Hombre de Sal» (un cadáver encontrado alrededor del 1700 en perfectas condiciones de conservación gracias a la sal).   La tradicional foto de Hallstatt se puede hacer continuando por la derecha en el mismo sentido de la Iglesia: es sencillo de encontrar, a toda hora fotógrafos y aficionados se encuentran para conseguir la mejor foto de la ciudad. Algunos tips: Quizás sea mejor ir desde Salzburgo, son dos horas nada más. ¿Dónde dormir? Dormir en Hallstatt puede resultar caro e incómodo si vas con valijas, porque desde que te deja el barco no hay mucho más que acarrearlas por el pueblo. Nosotros dejamos las valijas en Innsbruck y viajamos sólo con mochilas. Dormir en Obertraun puede resultar más económico, pero si es por una noche o dos, no lo recomiendo, ya que los barcos tienen un horario diurno (y reducido fuera de temporada) y te perdés la oportunidad de ver el amanecer y noche. ¿En qué época ir? Bueno, yo diría en cualquiera. Pero claramente el final del verano ha de ser la mejor, para ver todo florecido. En primavera, el clima tan cambiante puede mostrarte sólo lluvias. El invierno nevado debe ser mágico, y tengo el sueño de volver en esa época! TODO cierra tempranísimo, para cenar a las 9 lo único abierto fue un kebab que está junto a donde llegan y parten los botes. No dejes de visitarlo una vez en la vida, es de esos lugares que quedarán grabados por siempre! En nuestro caso no tomamos el funicular, ya que la vista estaba tapada por las nubes, pero si el día y el tiempo acompañan, deberías evaluarlo. No dejes de visitar Obertraun, apenas a 5 minutos en tren (la estación siguiente a Hallstatt) podrás encontrarte con la vida real, sin turistas! por @ladipalma

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